PKLI
A la espera de someterse gratuitamente a las pruebas y el tratamiento contra la hepatitis en la primera clínica de Lahore dedicada a la prevención y el tratamiento de las hepatitis
© Imagen

Hepatitis C

18 de julio de 2023

Datos y cifras

  • La hepatitis C es una inflamación del hígado causada por el virus de la hepatitis C.
  • Este virus puede causar hepatitis aguda o crónica, cuyas manifestaciones pueden ser leves pero también pueden revestir gravedad, cronificarse y provocar cirrosis y cáncer hepático.
  • El virus de la hepatitis C se transmite a través de la sangre. La mayoría de las infecciones se producen por exposición a sangre infectada cuando como consecuencia de las prácticas de inyección o de atención de salud poco seguras, las transfusiones de sangre sin analizar, el consumo de drogas inyectables y las prácticas sexuales que conllevan contacto con sangre.
  • Se cree que hay 58 millones de personas con infección crónica por el virus de la hepatitis C en el mundo y que, cada año, se producen alrededor de 1,5 millones de nuevas infecciones. Según los cálculos, 3,2 millones de adolescentes y niños están infectados de forma crónica por este virus.
  • La Organización Mundial de la Salud (OMS) ha calculado que en 2019 fallecieron cerca de 290 000 personas debido a la hepatitis C, sobre todo por cirrosis y carcinoma hepatocelular (cáncer primario de hígado).
  • Los antivíricos de acción directa pueden curar más del 95% de los casos de esta infección, pero el acceso al diagnóstico y el tratamiento es escaso.
  • Por el momento, no se dispone de ninguna vacuna eficaz contra la hepatitis C.

Panorama general

La hepatitis C es una infección vírica que afecta al hígado. Puede causar manifestaciones tanto agudas (de corta duración) como crónicas (de larga duración), y también puede ser mortal.

Se transmite a través del contacto con sangre infectada, lo que puede ocurrir al compartir agujas o jeringas o al no evitar riesgos al practicar ciertos procedimientos médicos, como ocurre al realizar una transfusión de sangre o hemoderivados sin analizar.

La hepatitis C puede causar síntomas como fiebre, cansancio, pérdida del apetito, náuseas, vómitos, dolor abdominal, orina oscura y color amarillo de la piel o los ojos (ictericia).

Aunque no se dispone de vacunas contra la hepatitis C, pero se puede tratar con medicamentos antivíricos.

El tratamiento y la detección precoces pueden ayudar a prevenir las lesiones graves del hígado y a mejorar la salud a largo plazo.

Las infecciones agudas no suelen causar síntomas y, en su mayor parte, no conllevan riesgo mortal. Aproximadamente un 30% (del 15% al 45%) de las personas infectadas eliminan el virus espontáneamente en un plazo de 6 meses, sin necesidad de tratamiento.

Sin embargo, la infección se cronifica en el 70% restante (55-85%). Estos pacientes corren un riesgo de entre un 15% y un 30% de padecer cirrosis en un periodo de 20 años.

Distribución geográfica

La infección de virus de la hepatitis C ocurre en todas las regiones de la OMS. La mayor carga de morbimortalidad la soportan las regiones del Mediterráneo Oriental y de Europa: en ambas hay 12 millones de personas con infección crónica. En cuanto a las regiones de Asia Sudoriental y del Pacífico Occidental, se calcula que en cada una de ellas hay 10 millones de infectados crónicos, mientras que en las regiones de África y de las Américas estas cifras son de nueve y cinco millones de personas, respectivamente.

Transmisión

El virus de la hepatitis C se transmite a través la sangre. Las causas más habituales de transmisión son:

  • la reutilización o la esterilización insuficiente de material médico en establecimientos de salud, sobre todo jeringuillas y agujas;
  • la transfusión de sangre y hemoderivados sin analizar; y
  • la compartición de material para inyección al consumir drogas inyectables.

Además, aunque con menos frecuencia, puede haber transmisión de una madre infectada a su bebé y a través de prácticas sexuales en las que hay exposición a sangre (por ejemplo, puede ocurrirles a las personas que tienen varias parejas sexuales y a los hombres que mantienen relaciones sexuales con hombres).

La hepatitis C no se transmite a través de la leche materna, los alimentos o el agua, ni por el contacto ocasional (por ejemplo, a través de abrazos o besos) o por compartir comidas o bebidas con una persona infectada.

Síntomas

La mayoría de las personas no presentan síntomas en las primeras semanas tras la infección, ya que estos pueden tardar entre dos semanas y seis meses en aparecer.

Estos síntomas pueden ser, entre otros:

  • fiebre
  • mucho cansancio
  • pérdida del apetito
  • náuseas y vómitos
  • dolor abdominal
  • orina oscura
  • heces claras
  • dolor en las articulaciones
  • coloración amarillenta de los ojos y la piel (ictericia)

Pruebas y diagnóstico

Puesto que las nuevas infecciones por el virus de la hepatitis C no suelen causar síntomas, los nuevos casos se diagnostican poco si son recientes. En cuanto a la infección crónica, a menudo se queda también sin diagnosticar porque se mantiene asintomática durante décadas, hasta que aparecen síntomas secundarios al daño hepático grave.

La infección por el virus de la hepatitis C se diagnostica en dos etapas:

  1. La detección de anticuerpos contra el virus mediante una prueba serológica revela la infección.
  2. Si dicha prueba de anticuerpos da positivo, se efectúa otra prueba para detectar el ácido ribonucleico (ARN) del virus a fin de confirmar la infección crónica y la necesidad de tratamiento. Esta prueba es importante porque alrededor del 30% de los infectados eliminan espontáneamente el virus mediante una potente respuesta inmunitaria sin necesidad de tratamiento, pero seguirán dando positivo en la prueba de detección de anticuerpos. La prueba de detección del ARN del virus de la hepatitis C se puede hacer en un laboratorio o con un sencillo aparato en el lugar donde se atiende al paciente.
  3. Se están ultimando pruebas de diagnóstico innovadoras, como la que detecta el antígeno central del virus, que permitirán diagnosticar la infección activa en un solo paso.

Una vez diagnosticada una infección crónica por el virus de la hepatitis C, se deberá evaluar la magnitud del daño hepático (fibrosis y cirrosis) mediante biopsia hepática o diversas pruebas no invasivas. Las lesiones hepáticas servirán para orientar las decisiones terapéuticas y clínicas.

El diagnóstico precoz puede prevenir problemas de salud derivados de la infección y evitar la transmisión del virus. La OMS recomienda someter a pruebas a las personas que puedan correr más riesgo de infectarse.

En los lugares donde hay una seroprevalencia elevada de anticuerpos contra el virus de la hepatitis C en la población general (que se puede definir como más del 2% o más del 5%), la OMS recomienda también realizar pruebas de detección a los donantes de sangre y pruebas específicas o dirigidas a determinados grupos de mayor riesgo, como los inmigrantes procedentes de regiones endémicas, los trabajadores de la salud, las personas que consumen drogas inyectables, los reclusos y otras personas que se encuentren en lugares cerrados, los hombres que tienen relaciones sexuales con hombres, los profesionales del sexo y las personas infectadas por el VIH.

Asimismo, la OMS recomienda ofrecer a todos los adultos la posibilidad de hacerse pruebas de detección del virus de la hepatitis C y vincularlas a los servicios de prevención, atención y tratamiento.

De los 37,7 millones de personas que, según las estimaciones, están infectadas por el VIH en el mundo, unos 2,3 millones (el 6,2%) han dado positivo en una prueba serológica de infección por el virus de la hepatitis C, pasada o actual. En todo el mundo, las hepatopatías crónicas son una causa de gran morbimortalidad entre las personas infectadas por el VIH.

Tratamiento

Hay tratamientos eficaces frente a la hepatitis C, cuyo fin es curar la enfermedad y prevenir el daño hepático a largo plazo.

Para tratar esta infección se emplean medicamentos antivíricos, como el sofosbuvir y el daclatasvir. Las nuevas infecciones no siempre necesitan tratamiento, ya que el sistema inmunitario de algunas personas puede combatirlas por sí solo, pero la hepatitis C crónica sí se debe tratar.

Además, la adopción de ciertos hábitos, como evitar las bebidas alcohólicas y mantener un peso saludable, puede ser beneficiosa. Con un tratamiento adecuado, muchas personas pueden curarse de la infección por hepatitis C y mantenerse sanos.

La OMS recomienda tratar con antivíricos de acción directa pangenotípicos a todos los adultos, adolescentes y niños de hasta los 3 años de edad con infección crónica por hepatitis C. Los tratamientos orales con estos fármacos tienen pocos o ningún efecto secundario, curan a la mayor parte de los infectados y son breves (normalmente, de 12 a 24 semanas, dependiendo de la ausencia o presencia de cirrosis). En 2022, la OMS emitió nuevas recomendaciones para el tratamiento de los niños y los adolescentes con los mismos antivíricos de acción directa pangenotípicos que se prescriben a los adultos.

Estos antibióticos siguen siendo caros en muchos países de ingresos altos y de la franja superior del grupo de países de ingresos medianos, pero su precio se ha reducido drásticamente en muchos países (sobre todo en los de ingresos bajos y medios-bajos) gracias a la comercialización de genéricos. El esquema terapéutico con antivíricos de acción directa pangenotípicos más utilizado y de bajo costo es el que combina sofosbuvir y daclatasvir. En muchos países de ingresos bajos y medios, el tratamiento curativo completo está disponible por menos de US$ 50.

El acceso al tratamiento está mejorando, pero sigue siendo demasiado limitado. Se calcula que, en 2019, de los 58 millones de personas infectadas por el virus de la hepatitis C que había en el mundo, solo el 21% (15,2 millones) estaban diagnosticadas y, a finales de ese mismo año, solo en torno al 62% (9,4 millones) de las personas diagnosticadas con infección crónica habían sido tratadas con antivíricos de acción directa.

Prestación de servicios

Hasta hace poco, la prescripción de pruebas y tratamientos complejos para la hepatitis C en muchos países se hacía mediante modelos hospitalarios de atención dirigidos por especialistas (por lo general, un hepatólogo o un gastroenterólogo). Sin embargo, los tratamientos orales de corta duración con antivíricos de acción directa pangenotípicos, que tienen pocos o ningún efecto secundario, requieren poca especialización y seguimiento. La OMS recomienda que las pruebas, la atención y el tratamiento de las personas con hepatitis C crónica los puedan gestionar médicos y enfermeros no especialistas, gracias a una simplificación de la prestación de servicios que incluya la descentralización, la integración y la delegación de funciones.

Las pruebas, la atención y la administración de tratamientos se pueden hacer en establecimientos de atención primaria, servicios de reducción de daños y cárceles, lo cual resulta más cercano y cómodo para los pacientes.

Prevención

No se dispone de vacunas eficaces contra la hepatitis C y la mejor forma de prevenir la enfermedad es evitar el contacto con el virus.

Los establecimientos de salud deben extremar las precauciones, y lo mismo deben hacer las personas con mayor riesgo infectarse por este virus.

Las personas que corren más riesgo son las que se inyectan drogas, los hombres que tienen relaciones sexuales con hombres y las personas seropositivas para el VIH.

Estas son algunas medidas que se pueden tomar para prevenir la transmisión de la hepatitis C:

  • la administración correcta y sin riesgos de inyecciones por trabajadores de la salud;
  • la manipulación y eliminación segura de desechos y objetos cortopunzantes;
  • los servicios de reducción de daños para los consumidores de drogas inyectables, por ejemplo, con programas de intercambio de agujas, asesoramiento sobre el consumo de sustancias y tratamientos con agonistas opiáceos;
  • el análisis de la sangre donada para detectar el virus de la hepatitis C y otros virus;
  • la formación del personal de salud;
  • el uso de métodos protectores de barrera durante las relaciones sexuales, como el preservativo.

Respuesta de la OMS

Gracias a las estrategias mundiales del sector de la salud contra el VIH, las hepatitis víricas y las infecciones de transmisión sexual para el periodo 2022-2030, se está guiando al sector de la salud para aplicar medidas estratégicas que permitan alcanzar los objetivos de poner fin al sida, las hepatitis víricas (sobre todo, las hepatitis B y C crónicas) y las infecciones de transmisión sexual de aquí a 2030.

En estas estrategias 2022-2030 se propone una serie de medidas compartidas y específicas para cada enfermedad respaldadas por las intervenciones de la OMS y sus asociados, que tienen en cuenta los cambios epidemiológicos, tecnológicos y contextuales ocurridos en años recientes, fomentan el aprendizaje sobre los diversos aspectos de las enfermedades y brindan la oportunidad de aprovechar las innovaciones y los nuevos conocimientos para hacer frente eficazmente a estas enfermedades. Con estas estrategias se prevé ampliar la prevención, las pruebas y el tratamiento de las hepatitis víricas, tratando de atender a los colectivos y grupos de población más afectados y con mayor riesgo de contraer estas enfermedades, así como de corregir las deficiencias y desigualdades existentes. De ese modo, se promueven sinergias en el marco de la cobertura sanitaria universal y la atención primaria y se contribuye a alcanzar las metas de la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible.

Por otro lado, la OMS organiza la campaña anual del Día Mundial contra la Hepatitis (una de las nueve campañas emblemáticas de salud que se organizan cada año) a fin de aumentar la concienciación y los conocimientos acerca de las hepatitis víricas. En 2023, la OMS se ha escogido el lema «Una vida, un hígado» a fin de ilustrar la importancia de este órgano para mantenerse sano y la necesidad de ampliar la prevención, las pruebas y el tratamiento de las hepatitis víricas con miras a prevenir las enfermedades hepáticas y alcanzar la meta de eliminación de las hepatitis fijada para 2030.