“La seguridad humana se expresa en un niño que no muere, una enfermedad que no se propaga, un empleo que no se elimina, una tensión étnica que no explota en violencia, un disidente que no es silenciado. La seguridad humana no es una preocupación por las armas; es una preocupación por la vida y la dignidad humana”.

Dra. Mirta Roses Periago
Directora, Organización Panamericana de la Salud

Durante el período 2009-2010, los acontecimientos acaecidos en la Región de las Américas resaltaron la importancia de las relaciones entre la salud, la seguridad y el bienestar humano. La alarmante aparición de la pandemia de la gripe por A (H1N1) sometió a prueba y en buena medida validó los años de preparación de la salud pública fundamentados en los principios de la seguridad sanitaria internacional. El terremoto que sacudiera a Haití en enero del 2010 puso en evidencia las trágicas consecuencias del crecimiento urbano no planificado y la vulnerabilidad extrema de las poblaciones pobres. Al recordar estos sucesos, se intuye que la seguridad humana no es algo que puede darse por hecho; es indispensable protegerla y promoverla si queremos que las personas, las comunidades y los países preserven un nivel digno de vida.

La atención prestada al concepto de la seguridad humana ha ido creciendo en los últimos años, y no solo por las pandemias y los desastres naturales. Desde que finalizó la guerra fría, el número y la intensidad de los conflictos armados entre países han disminuido considerablemente, en tanto que la interdependencia mundial ha aumentado de manera apreciable. En este sentido, el sufrimiento y la vulnerabilidad que persisten entre los millones de personas menos favorecidas del mundo ofrecen un contraste perturbador ante la opulencia y las comodidades que rodean a los más privilegiados. La injusticia y la inestabilidad inherentes a estas tendencias han ayudado a cambiar el enfoque sobre la seguridad desde la protección del territorio y la soberanía nacionales hacia la protección del bienestar humano.

Este cambio se incorporó a los planes de desarrollo mundial a través del Informe sobre Desarrollo Humano de 1994 del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD). Se argumenta en dicho informe que, en el período posterior a la guerra fría, la inseguridad de las personas no surge tanto de la amenaza de un conflicto internacional, sino de las amenazas a su vida cotidiana, vale decir, a sus empleos e ingresos, su salud, su medio ambiente, así como de la delincuencia. Es menester adoptar un nuevo enfoque sobre la seguridad, un enfoque que tome en cuenta toda la gama de amenazas al bienestar de la humanidad.

La idea de que la seguridad humana es tan fundamental para la paz y el desarrollo como la seguridad militar no es nueva. La importancia de ambas fue reconocida por los fundadores de las Naciones Unidas. Tras asistir a la Conferencia de la Carta de las Naciones Unidas en San Francisco en 1945, el entonces Secretario de Estado de los Estados Unidos manifestó a su gobierno:

“La batalla por la paz ha de librarse en dos frentes. El primero es el frente de la seguridad, en el cual la victoria significa vivir libres de miedo. El segundo es el frente económico y social, en el cual la victoria significa vivir libres de miseria. Solo la victoria en ambos frentes puede garantizar al mundo una paz perdurable… Ninguna cláusula que se incluya en la Carta facultará al Consejo de Seguridad para proteger al mundo de las guerras si los hombres y las mujeres no tienen seguridad en sus hogares y en sus empleos.”

La idea del lado “humano” de la seguridad perdió terreno durante los años de la guerra fría, pero resurgió en el informe del PNUD de 1994. En este se reconocía la dificultad de formular una definición rigurosa de la seguridad humana, pero se proponían cuatro características esenciales del concepto:

En el informe se describen dos tipos de amenazas para la seguridad humana. En primer lugar, las amenazas crónicas, como el hambre, las enfermedades y la represión. En segundo, las alteraciones súbitas y dolorosas de la vida cotidiana. De no brindarse protección contra ambas clases de amenazas, puede impedirse el desarrollo humano y desatarse conflictos sociales y hasta la violencia. Vemos entonces que la seguridad humana, es decir, la seguridad de las personas en su vida diaria, está claramente relacionada con la seguridad colectiva y con el Estado.

En la Cumbre del Milenio del 2000, el Secretario General de las Naciones Unidas, Kofi Annan, subrayó la importancia de vivir en “un mundo sin temor” y un “mundo sin miseria”, invocando el concepto de la seguridad humana para motivar así a los países ricos y pobres a trabajar mancomunadamente para reducir las privaciones humanas. Aunque el segundo enunciado fue posteriormente el fundamento de los Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODM), la Cumbre llamó a crear una Comisión sobre la Seguridad Humana que, como órgano independiente, se ocuparía de analizar el primero. En su informe, publicado en el 2003, titulado La seguridad humana, ahora, la comisión hizo un llamado a cambiar de paradigma y a responder de forma más intensa e integrada a estos problemas de las comunidades y los estados.

En el referido informe se reafirmó y amplió la idea de que la “libertad frente al miedo” y la “libertad frente a las privaciones” son igualmente importantes. Sin embargo, también se hizo hincapié en la función de potenciación de la seguridad centrada en el ser humano, al precisar que esta entraña también la “libertad para actuar en nombre propio”. La seguridad humana significa proteger “la esencia vital de toda vida humana de una forma que realce las libertades humanas y la plena realización del ser humano”. Significa más que la ausencia de conflictos; significa crear sistemas políticos, sociales, ambientales, económicos, militares y culturales que faciliten a las personas los elementos básicos de supervivencia, subsistencia y dignidad.

En el Informe sobre la salud en el mundo 2007, titulado Un porvenir más seguro: Protección de la salud pública mundial en el siglo XXI, se explicaba la manera en que la creciente interdependencia y movilidad han aumentado la vulnerabilidad de las poblaciones en todo el mundo frente a amenazas nuevas y emergentes, como los brotes epidémicos, los actos de terrorismo y los incidentes químicos o radioactivos. Se insistía en la importancia de que los países aunasen esfuerzos para proteger a sus habitantes de tales amenazas mediante el Reglamento Sanitario Internacional y mecanismos similares, además de aumentar las inversiones en salud pública y seguridad.

En la Región de las Américas, el concepto de seguridad humana surgió de los planes que definiera el continente a principios de este decenio, cuando la Organización de los Estados Americanos se ocupó de las nuevas amenazas a la seguridad regional, como la delincuencia organizada, el terrorismo, la degradación ambiental y el cambio climático. En la Declaración de Bridgetown del 2002, los Estados Miembros de la OEA reconocieron la naturaleza “multidimensional” de la seguridad hemisférica al destacar sus componentes políticos, económicos, sociales, de salud y ambientales. En la Declaración sobre Seguridad en las Américas, del 2003, los países declararon que “el fundamento y la razón de ser de la seguridad es la protección de la persona humana”.

Como parte de estas deliberaciones, se solicitó a la OPS que participara en un grupo de trabajo de la Comisión de Seguridad Hemisférica para brindar asesoramiento en los asuntos relacionados con la salud. La OPS elaboró el informe Salud y seguridad hemisférica en el que exponía que “la salud es de interés de la seguridad nacional e internacional” y es un componente intrínseco de la seguridad humana, que la mejora de la salud aumenta la seguridad humana, y que una mayor seguridad humana mejora la salud y la calidad de vida. También se exploraba en el documento la relación entre la salud y otros componentes de la seguridad humana, en particular la pobreza, la democracia y la paz, el medio ambiente y los desastres naturales y originados por el hombre. Se indicaba en el informe que la salud de la población depende no solo de la atención de salud y los sistemas de prevención de enfermedades, sino también de determinantes sociales como la educación, los ingresos, el acceso a recursos esenciales, la participación social y política y el medio ambiente.

Esta perspectiva de la salud y su interrelación con otros aspectos de la seguridad humana reiteran la visión holística de los ODM, en los que se reconoce la interdependencia que existe entre la salud y los determinantes políticos, económicos, sociales y culturales del bienestar humano. Esta perspectiva se profundizó con el concepto de salud pública del informe de la Comisión sobre Determinantes Sociales de la Salud de la OMS, publicado en el 2008. En dicho informe se instaba a los países ricos y pobres por igual a reducir las inequidades en la distribución del poder, el dinero y los recursos, y a colaborar en todos los frentes para mejorar las condiciones de vida diaria de la gente, incluidas las circunstancias en que nacen, crecen, viven, trabajan y envejecen. Aunque la atención se centraba en la salud y la justicia social, el informe contenía un agudo análisis de muchos componentes de la seguridad humana, acompañado de recomendaciones valiosas para abordarlos.

En las deliberaciones aludidas y en otras más recientes, los componentes principales de la seguridad humana se clasifican en siete grandes dimensiones: económica, alimentaria, ambiental, personal, comunitaria, política y sanitaria. No obstante, desde el punto de vista de la salud pública, todas estas dimensiones contienen amenazas, componentes o determinantes de la salud, todos los cuales son susceptibles de intervenciones de salud pública. De hecho, la cooperación técnica que brinda hoy por hoy la OPS abarca todas estas dimensiones. El Capítulo II contiene ejemplos de esta labor de la Organización en los Estados Miembros durante el período 2009-2010.