Colombia, 25 de enero de 2024.
P ascual González tenía diez años cuando, acosado por la violencia que asolaba las tierras del Pacífico colombiano en los años ochenta, emprendió la fuga con los suyos y un grupo de familias afrocolombianas. Las aguas del río San Juan se convirtieron en su camino de éxodo, remontando corrientes hacia un destino incierto. En los recovecos del río encontraron un territorio que se convirtió en Copomá, uno de los 63 centros poblados del Litoral de San Juan, que hoy alberga a 272 habitantes entre las sombras de la selva y el vaivén constante de las aguas.
Este rincón de esperanza es también un bastión de resistencia silenciosa. Sus habitantes, almas curtidas por el sufrimiento, enfrentan las embestidas del conflicto armado y desafían el histórico olvido estatal que los ha alejado de sus derechos fundamentales, siendo la educación, el empleo digno y la salud algunos de estos. Luchan contra el hambre, la enfermedad y la escasez de oportunidades, que marcan los días con la dureza de la incertidumbre.
Según la Secretaria de Desarrollo y Bienestar de Litoral de San Juan, Mabel López, el municipio tiene una serie de necesidades urgentes por solucionar. “Aunque han mejorado las condiciones de desnutrición, este flagelo sigue afectando a las comunidades indígenas y afro, especialmente a los niños y niñas. En materia de educación, se presenta desmotivación y alto consumo de sustancias psicoactivas por parte de los adolescentes y jóvenes, resultado de lo vivido a través del conflicto armado. En cuanto a seguridad alimentaria, se necesita fortalecer a las comunidades, no solo con la entrega de insumos para el cultivo, sino también con un proceso educativo que permita la articulación entre lo práctico y lo teórico”.
Frente a la atención en salud, López recomienda que la población pueda recibir orientación para prevenir enfermedades y acceder a una atención de calidad. Para ello, se requiere información y el fortalecimiento de los promotores de salud del territorio que sirvan de puente entre las comunidades y las entidades prestadoras de salud, las cuales también deben ser fortalecidas para brindar atención oportuna y de calidad a la población.
Jacqueline Hurtado es una mujer indígena Wounaan del resguardo Unión Wuaimia, que destaca por ser la única estudiante de enfermería en su comunidad. "Quise aprender para auxiliar a las personas de la comunidad, para ayudar a los niños y niñas. Ya he ayudado a los enfermos, canalizándolos y administrándoles las inyecciones que los médicos recetan. En ocasiones, cuando no podemos curarlos, colaboramos con los médicos tradicionales y los jaibanas", afirma Jacqueline.