Noviembre de 2021, La Habana, Cuba. Ser médico es un sueño que tuvo desde niña. Aún no sabía leer ni escribir y ya le motivaba esa profesión. De esta forma, creció jugando a ser doctora o enfermera. Lyanet Rosabal Vior, jefa del Servicio de Neonatología en el Hospital Materno Infantil “Ángel Arturo Aballí”, ubicado en La Habana, Cuba, siempre ha creído que la verdadera vocación por la Medicina está estrechamente relacionada con sentimientos de humanismo y solidaridad, formados en la persona desde muy temprana edad.
Durante su carrera como médico, hubo dos razones que la impulsaron a seleccionar la especialidad de Neonatología. Una fue las características del paciente pediátrico y del trabajo con el recién nacido. “No hay mayor satisfacción que entregar un bebé en buen estado, con buena calidad de vida y sano a su familia”, dice.
El segundo motivo fue el intensivismo, porque siempre le gustó. Y la Neonatología tiene no solo los cuidados del recién nacido, sino, también, la asistencia a un paciente crítico.
En el hospital “Aballí”, como se conoce comúnmente, transcurrió parte de su formación, y allí comenzó a trabajar en el 2010. A partir de ese momento, empezó para ella una nueva experiencia, desde el punto de vista docente, asistencial, como ser humano y como médico.
Respuesta a la pandemia
En la mañana del 24 de abril del presente año, por indicación del Ministerio de Salud Pública (MINSAP), ese hospital fue incluido entre los centros que enfrentaban la COVID-19. En pocas horas, la dirección de esa institución tuvo que informar sobre el personal con el que contaba; así como acerca del material y el equipamiento que tenían disponible para responder a la pandemia. A la vez, recibieron los protocolos mediante los cuales se debían guiar.
“Dispusimos de muy poco tiempo para prepararnos y crear la tripulación que trabajaría directamente en la respuesta. Tuvimos que organizarnos y ponernos en contacto muy rápidamente”, recuerda Lyanet.
La composición de su área de Neonatología es básicamente de mujeres, y todas tienen hijos menores de edad a quienes cuidar. No obstante, se dispusieron a cumplir la tarea que les había sido encomendada. El 26 de abril empezaron a recibir los primeros pacientes, que en su mayoría eran niños de la comunidad, contactos positivos de sus familias; aunque igual llegaron de otras provincias cercanas a La Habana, como Mayabeque y Artemisa.
“Tuvimos que estudiar mucho, -apunta la joven médico- actualizarnos, conocer las indicaciones que estaba dando la Organización Mundial de la Salud (OMS) en cuanto al manejo del recién nacido, y en lo relativo a qué hacer con el binomio madre e hijo. Había que averiguar, por ejemplo, si se suspendía la lactancia materna.”
En ese sentido, los meses de abril y mayo fueron más fáciles. En el hospital pudieron mantener a las madres cerca de sus hijos y continuar la lactancia. Ya a partir de julio ocurrió un incremento en el número de casos positivos. Llegaron a recibir, diariamente, entre siete y ocho bebés.
Ello obligó a tomar medidas en el hospital. Una de estas fue agrandar el Servicio de Neonatología, que posee una capacidad para 17 pacientes, pero en aquel momento llegó a tener más de 45 pequeños ingresados. Las condiciones fueron cambiando, aparejado a las nuevas cepas que entraron al país y que comenzaron a circular. Y esto lo observaron en la repercusión clínica de los recién nacidos, cuya evolución no fue como al principio. Eran niños que estaban más comprometidos, con una sintomatología más amplia y complicaciones respiratorias, cardiovasculares, hematológicas, entre otras.
“Atendíamos pacientes graves y pacientes críticos muy vulnerables por su edad y su sistema inmunológico, aún inmaduro; pero nada impidió que tuviéramos resultados muy favorables”, asegura la Dra. Rosabal.
Momentos difíciles
Desde el 2020 ella ocupa la jefatura del Servicio de Neonatología y, cómo es posible imaginar, tuvo muchas responsabilidades durante aquellos días de pico pandémico. Junto con su equipo, superó múltiples desafíos. Debió hacer labor asistencial, administrativa y docente; además de estar localizable a cualquier hora.
Cuando le preguntan por momentos difíciles, afirma que hubo varios. Uno de estos fue cuando empezaron a enfermarse las doctoras de su unidad y sus familias. Muchísimas colegas suyas se contagiaron, y tuvieron a sus hijos enfermos, incluso ingresados en el mismo hospital. Aun así, después de pasar esa etapa, se reincorporaron a trabajar.
“Yo también pasé por la COVID-19, y puedo decir que deja una afectación psicológica inmensa. Hasta ese instante nuestros familiares habían estado en completa salud, pero con toda la vorágine que vivimos no quedaron exentos de sufrir esta enfermedad”, comenta.
Otro momento muy triste era al enterarse que había fallecido la madre de alguno de los pacientes recién nacidos que estaban atendiendo. Ello representaba un compromiso doble para esas neonatólogas. Emocionada, Lyanet añade: “A las familias afectadas había que darles la tranquilidad de que se llevarían a su bebé sin problemas; y luchar por eso. Cuando indicábamos el alta a un niño, sentíamos mucha satisfacción. Era un momento gratificante”.
En Cuba, desde que comenzó la pandemia, no se ha lamentado la pérdida de ningún recién nacido. Esto se debe a un trabajo en conjunto, donde participan el MINSAP, el Programa Materno Infantil (PAMI) y el colectivo de cada institución involucrada en el cuidado de esos pequeños.
Por otro lado, Lyanet explica que el apoyo brindado por la OPS/OMS ha sido bien importante. Neonatología es una especialidad que requiere equipamiento. Por ejemplo, no se concibe la atención de un neonato grave o crítico sin oxímetro de pulso; y OPS/OMS ha donado al país más de 90 de estos dispositivos para su uso pediátrico, entre otras contribuciones. Asimismo, según palabras de la doctora cubana, todos los medios de protección que la OPS/OMS ha hecho llegar al personal de salud en el país han sido realmente útiles.
“Igualmente, -continúa- fueron muy importante los protocolos de actuación y la información actualizada brindada por la OMS. Para las dudas que teníamos nos ayudó muchísimo, y para la elaboración de nuestros protocolos durante este tiempo de enfrentamiento a la COVID-19”.
La familia
Al hablar sobre la familia, esta neonatóloga expresa:
“Afrontar una tarea de tal magnitud sin el apoyo familiar es imposible. En mi caso, muchas veces esperé el resultado de un PCR para poder entrar en contacto con la familia. Mi hija tuvo que ir para casa de mis padres. Yo sentía gran sobrecarga. El estrés que experimenta alguien que está en la zona roja es muy fuerte. Sin mi familia no lo hubiera logrado.”
“Recuerdo que la respuesta de mis padres, que son los que siempre han estado frente a mi formación como persona y profesional fue: Lyanecita, piensa que esos niños se van a quedar sin médicos si ustedes no asumen. Y eso hice, asumir mi deber.”