Rueda de prensa semanal sobre COVID-19: Palabras de apertura de la Directora, 10 de noviembre de 2021

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Buenos días. Hoy me dirijo a ustedes desde la pequeña isla de Dominica, mi país natal, y desde aquí quiero agradecer su participación en la rueda de prensa de hoy.

Tras dos meses consecutivos de disminución, el número de casos de COVID-19 vuelve a aumentar en algunos países de la Región de las Américas.

La semana pasada se notificaron 700.000 nuevos casos de COVID-19 y 13.000 muertes conexas en nuestra Región.

Se han registrado aumentos pronunciados del número de casos en algunos lugares de Colombia y Bolivia. En los países del Cono Sur, tras la relajación de las medidas de salud pública, se observa una tendencia al aumento del número de casos.

En el Caribe, a pesar de la disminución del número de casos en Cuba, Jamaica y Puerto Rico, los casos están aumentando en República Dominicana, Trinidad y Tabago, y Barbados.

El número de casos también es elevado en las Islas Caimán y en Dominica.

La buena noticia es que la cobertura de la vacunación continúa aumentando en la Región. Alrededor de 48% de la población de América Latina y el Caribe está completamente vacunada contra la COVID-19.

Sin embargo, la cobertura es mucho menor en algunos países y territorios.

En Jamaica, San Vicente y las Granadinas y Guatemala, menos de una de cada cinco personas está vacunada y protegida. En Nicaragua, la cobertura sigue siendo de un solo dígito y en Haití, menos de 1% de la población está completamente vacunada. Es necesario abordar esta inequidad.

El compromiso de la OPS es ayudar a los países de nuestra Región a obtener las vacunas que necesitan para proteger a su población, por medio de donaciones, del Mecanismo COVAX y de compras directas.

Ya estamos trabajando con los fabricantes de vacunas en nombre de nuestra Región para obtener dosis adicionales. La OPS ha firmado acuerdos de suministro con tres fabricantes de vacunas incluidas en la lista de la OMS para uso de emergencia, y la negociación con un cuarto proveedor que fabrica vacunas de ARNm está muy avanzada. El objetivo es que los países cuenten con un abanico de vacunas más amplio en el 2021 y por supuesto en el 2022. Invitamos a nuestros Estados Miembros a sumarse a esta iniciativa por medio del Fondo Rotatorio, nuestro mecanismo establecido y comprobado para el acceso equitativo a las vacunas, guiado por recomendaciones basadas en la evidencia.

De cara al futuro, estamos trabajando directamente con instituciones públicas y empresas privadas de Argentina y Brasil para fortalecer la capacidad de desarrollar y producir vacunas de ARNm contra la COVID-19 en nuestra Región, lo cual beneficiará a todos los países de América Latina y el Caribe. Se trata de un proyecto estratégico y a largo plazo para reducir nuestra vulnerabilidad y dependencia al desarrollar capacidad regional para producir esta tecnología innovadora. En el futuro, este esfuerzo también podría ayudarnos a luchar contra otras enfermedades virales en la Región.

Además, nos hemos asociado con la Coalición para la Promoción de Innovaciones en pro de la Preparación ante Epidemias (CEPI) a fin de evaluar el potencial de producción de nuestra Región, con el objetivo de fortalecer nuestra función en cada paso de la cadena de suministro y así reducir nuestra dependencia de la importación de productos farmacéuticos.  

Sin embargo, en estos momentos hay demasiadas personas en nuestra Región que siguen siendo vulnerables y no tienen acceso a las vacunas que necesitan.

Durante el último año y medio, hemos visto cómo la salud de la población, el estado de la economía y la seguridad, y el bienestar de nuestra sociedad están interconectados.

Por eso hoy quiero hablar sobre la importancia de contar con sistemas de salud resilientes que puedan ayudar a nuestras economías y nuestras sociedades a recuperarse de esta pandemia.

La pandemia ha debilitado los sistemas de salud.

A medida que los países trabajaban para aumentar rápidamente el número de camas de UCI y ampliar los servicios hospitalarios para atender a pacientes con COVID-19, otros servicios de salud esenciales se vieron afectados.

Más de la mitad de los países de nuestra Región informaron interrupciones en los servicios de salud mental y los programas de inmunización sistemática.

Los servicios de salud reproductiva, atención nutricional y apoyo para el tratamiento de enfermedades crónicas se vieron interrumpidos en más de 40% de los países.

Estos servicios tienen algo en común: se ofrecen en el primer nivel de atención.

Tal como hemos dicho muchas veces antes, la atención primaria es la columna vertebral de nuestros sistemas de salud.

Los servicios sólidos de atención primaria pueden satisfacer las necesidades de salud de la mayoría de las personas, cerca de las comunidades a las que sirven. Este nivel de atención también es donde más se prioriza la prevención. Por eso, cuando los países dejan de priorizar estos servicios, los pacientes tienen menos acceso a los servicios y la atención que necesitan para mantenerse saludables.

El primer nivel de atención debe ser la base sobre la que construir sistemas de salud más resilientes.

Esto es especialmente cierto durante una pandemia, ya que la realización de pruebas diagnósticas, el seguimiento y el rastreo de contactos de la COVID-19 tienen lugar en el primer nivel de atención.

Es fundamental incluir a más personas en el sistema y mejorar el acceso para todos, porque incluso antes de la pandemia, casi 30% de la población de nuestra Región no tenía acceso a los servicios de salud debido a quiénes son, a su lugar de residencia o a que el costo era simplemente demasiado alto.

Para resolver estas inequidades y no dejar a nadie atrás, los países deben priorizar las inversiones públicas en sus sistemas de salud.

La falta de inversión continua ha hecho que la Región de las Américas sea más vulnerable a la COVID-19. En pocos países la inversión pública en el sistema de salud está al nivel que debería, y eso hace que sean propensos a la escasez de personal de salud y suministros esenciales, así como al desmoronamiento de la infraestructura y a la falta de fondos para las actividades esenciales de salud pública.

Pero hemos visto a lo largo de esta pandemia que los países sí pueden aumentar su inversión pública en la salud.

En muchos países, la inversión pública en la salud aumentó durante la pandemia para ampliar la capacidad de los servicios de salud para responder a la COVID-19, mantener los servicios de salud esenciales y desplegar vacunas contra la COVID-19. Muchos gobiernos recibieron apoyo para obtener nuevos préstamos o reasignaron fondos disponibles de préstamos de instituciones financieras internacionales.

Varios países están realizando asignaciones y programas especiales para reforzar los servicios de salud en el primer nivel de atención. Chile, por ejemplo, registró su mayor aumento en el gasto destinado a la atención primaria en 15 años. Uruguay aprobó extender el seguro nacional de salud para los trabajadores que perdieron su empleo. Perú aumentó 13% su presupuesto de salud para priorizar la atención primaria. Bolivia se ha comprometido a destinar 10% del gasto público a la salud durante cinco años.

Pero esto no debe convertirse en una tendencia a corto plazo. Todos los países deben aumentar el gasto público destinado a su sistema de salud para alcanzar el nivel recomendado de 6% del PIB o más, y deben garantizar que 30% de estos fondos se destinen al primer nivel de atención.

El aumento de la inversión pública fue clave durante la pandemia y lo será también después de que esta termine.

Las instituciones financieras están ofreciendo préstamos adicionales y los donantes están ofreciendo su apoyo, por lo que nunca ha habido un momento mejor para que los países aprovechen estos recursos para aumentar todo lo posible su inversión pública destinada a la salud.

Pero no se trata solo de invertir más, sino de invertir de manera inteligente, por eso la gobernanza es clave.

Nuestros sistemas de salud deben ser administrados adecuadamente, con base en la evidencia, para garantizar que sean eficaces y que puedan mantenernos seguros.

También necesitamos más diálogo entre el sector de la salud, las instituciones financieras, la industria, los asociados industriales y la sociedad civil, para que las decisiones que afectan a nuestros sistemas de salud reflejen la experiencia de nuestras autoridades de salud, y para que las políticas de salud sean transparentes, armonizadas y eficientes.

La falta de inversión pública en la salud amenaza nuestra capacidad de recuperarnos de esta pandemia y podría tener consecuencias durante muchos años más.

Ante una situación económica que continúa siendo difícil, los países tienen que tomar decisiones muy delicadas sobre cómo gastar sus fondos limitados.

Pero no podemos olvidar que la salud es una inversión, no un gasto.

La pandemia de COVID-19 nos ha enseñado que la salud es el corazón de una sociedad próspera. Gracias a la salud, las personas siguen trabajando, los niños siguen asistiendo a la escuela, las empresas siguen siendo productivas y la economía sigue creciendo.

 Sin ella, somos más vulnerables a la inestabilidad económica y política.

Hoy, más que nunca, debemos reconstruir para mejorar, guiados por la promesa de la salud para todos.