Rueda de prensa semanal sobre COVID-19: Palabras de apertura de la Directora, 29 de junio de 2022

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Buenos días desde la Ciudad de Panamá y muchas gracias por participar en la rueda de prensa de hoy.

Esta semana se registraron más de 1,3 millones de casos nuevos de COVID-19 y 4.158 muertes en la Región de las Américas, lo que representa un aumento del 13,9% del número de casos en comparación con la semana anterior.

El número de casos de COVID-19 aumentó en las cuatro subregiones, mientras que el número de muertes aumentó en dos: en América del Sur, en un 32,8%, y en el Caribe, en un 13,3%.

En América del Norte, el número de casos aumentó un 7,7% en comparación con la semana anterior. Canadá ha notificado un número menor de casos, mientras que Estados Unidos de América y México muestran la tendencia contraria.

En América del Sur, ha aumentado significativamente la incidencia de la COVID-19, dado que ha habido casi medio millón de casos nuevos de COVID-19 en la última semana, un aumento del 24,6% en comparación con la semana anterior. Los mayores aumentos relativos se observaron en Bolivia y, en segundo lugar, en Perú.

En el Caribe, el número de casos notificados semanalmente ha tendido a estabilizarse en las últimas dos semanas; durante la última semana, se registró un aumento de un 3,2%.

Estas cifras son un claro recordatorio de que hay demasiadas personas que continúan siendo vulnerables al virus. En efecto, todavía queda trabajo por hacer para llegar a todas las personas que necesitan recibir las vacunas. En Centroamérica, Costa Rica, Nicaragua y Panamá han superado la meta del 70%, y El Salvador está cerca de alcanzarla.

En toda la Región, aún hay once países que no han alcanzado la meta inicial de vacunar al 40% de la población contra la COVID-19. Debemos acelerar el ritmo de la vacunación para proteger a la población de la Región de las peores consecuencias de este virus.

A medida que evolucionan los patrones de transmisión, los países no deben bajar la guardia.

La pandemia nos ha sorprendido una y otra vez, y muchos de sus efectos persistirán durante muchos años.

Hoy me gustaría centrarme en un problema que requerirá que preparemos nuestros sistemas de salud para poder abordarlo a largo plazo: la afección posterior a la COVID-19.

Muchos pacientes que presentaron cuadros leves, graves o críticos de COVID-19 continúan teniendo síntomas similares a los de esta enfermedad durante 3 meses o más después de la infección inicial.

Estas son las personas que sufren la afección posterior a la COVID-19, también denominada "COVID-19 de larga duración" o “COVID-19 persistente”.

Algunos estudios han estimado que entre el 10 y el 20% de las personas que tuvieron COVID‑19 pueden presentar esta afección.

Dado que hay millones de casos confirmados de COVID-19 en todo el mundo, esto posiblemente afecte a cientos de miles de personas. Se trata de un problema de particular importancia para la Región de las Américas, donde hemos notificado más de 161 millones de casos de COVID-19 en los últimos dos años.

No es sencillo precisar cuántas personas presentan la afección posterior a la COVID-19, ya que no siempre estos casos se notifican oficialmente.

No obstante, sabemos que corren mayor riesgo de sufrirla las personas que tenían problemas de salud preexistentes, las que no se vacunaron contra la COVID-19, las que presentaban otros factores de riesgo (como el asma) y las que fuman o utilizan vapeadores.

También sabemos que las personas que tuvieron COVID-19 una vez y se recuperaron pueden llegar a presentar la afección posterior a la COVID-19 si contraen la infección nuevamente.

La afección posterior a la COVID-19 puede ser extremadamente debilitante.

El síntoma más común es la fatiga grave y persistente. Quienes la sufren también pueden presentar dificultad para respirar, pérdida del gusto y el olfato, y otros síntomas respiratorios, cognitivos y sensoriales.

Todo esto puede afectar la salud mental del paciente e incidir en aspectos importantes de su vida personal y profesional, entre ellos, la capacidad de relacionarse con su entorno y con las personas que lo rodean.

Imagínense lo perjudicial que puede ser para una madre que no puede oler a su bebé, una persona muy deportista que ahora se siente cansada todo el tiempo o un profesional que no puede concentrarse en las tareas para las que fue capacitado. Hay personas que pueden presentar síntomas más graves, para los cuales es necesario un tratamiento especializado.

A pesar de que la mayoría de estos pacientes quisieran dejar atrás la COVID-19, la enfermedad continúa afectando su vida y los efectos pueden prolongarse durante meses o incluso años.

Estos pacientes necesitan apoyo profesional, por lo que nuestros sistemas de salud deben reconocer este efecto a largo plazo de la pandemia y contribuir a abordarlo.

La OMS ha hecho tres propuestas, llamadas las 3 R, para orientar nuestras acciones.

La primera R es reconocer esta afección. Debemos detectar activamente a las personas que sufren la afección posterior a la COVID-19 para que puedan obtener la atención y el apoyo que necesitan.

Los efectos de la afección posterior a la COVID-19 son diversos, pero se la continúa estigmatizando, y no hay suficientes trabajadores de salud capacitados para reconocer la enfermedad. Son todavía menos los que tienen el conocimiento práctico necesario para ayudar a los pacientes a controlar los síntomas.

Esta es una afección real, y se la debe abordar mediante políticas y orientaciones eficaces. También es crucial que reconozcamos el impacto que tiene la afección posterior a la COVID-19 en la vida de las personas y que trabajemos junto con quienes la sufren para garantizar que se escuche su voz y que desempeñen un papel activo en la orientación de la respuesta a nivel nacional y regional.

La segunda R es la rehabilitación. Debemos asegurarnos de que el personal de salud pueda brindar apoyo a la gran cantidad de personas que presentará síntomas de esta afección.

Entre otras cosas, debemos apuntalar la capacitación y el desarrollo de los fisioterapeutas, los terapeutas ocupacionales y los foniatras, los profesionales de la salud mental y el personal médico y de enfermería, que pueden trabajar en conjunto para abordar la afección posterior a la COVID-19 desde una perspectiva holística.

Dada la amplia variedad de síntomas, el manejo de esta afección exige la aplicación de un enfoque multidisciplinario.

La OPS ha establecido un grupo de trabajo para elaborar orientaciones sobre la atención del paciente y guías de rehabilitación para acercar conocimientos sobre esta afección a los trabajadores de salud. Tenemos previsto publicar estos materiales pronto, a fin de que estén disponibles junto con las orientaciones clínicas para la rehabilitación que está terminando de elaborar la OMS.

Y la última R es realizar investigación: todavía no sabemos lo suficiente sobre la afección posterior a la COVID-19.

También estamos utilizando la Plataforma Clínica Mundial sobre la COVID-19 para hacer un seguimiento de más de 90.000 casos de COVID-19 en la Región, que incluyen casos de la afección posterior a la COVID-19, lo que nos ayudará a comprender esta enfermedad y tratarla mejor.

Sin embargo, necesitamos que la comunidad científica y las instituciones de investigación se comprometan a seguir de cerca a las personas que la sufren, para que podamos tener más información al respecto.

Y necesitamos encarecidamente que el personal médico y que quienes desarrollan productos farmacéuticos y tecnología médica se concentren en proponer enfoques novedosos para detectar las causas subyacentes de la afección posterior a la COVID-19 y determinar cómo tratarla.

No obstante, sin dudas la mejor vía para prevenir esta afección es evitar la infección por COVID-19.

Tenemos las herramientas para detener la propagación del virus, como el uso de mascarilla y el distanciamiento social, en especial cuando la transmisión es alta.

Las vacunas desempeñan un papel esencial en la prevención de la propagación de la COVID‑19, la aparición de variantes y todas las consecuencias de la pandemia que esperamos que nunca más se repitan. Además, los estudios muestran que quienes contraen COVID-19 después de haberse vacunado presentan síntomas más leves y tienen menos probabilidades de sufrir la afección posterior a la COVID-19.

Sin embargo, por desgracia aún quedan en nuestra Región unos 224 millones de personas que no han recibido ni una sola dosis de alguna vacuna contra esta enfermedad.

Aprovechemos los medios que tenemos hoy a nuestra disposición para prevenir las peores consecuencias de la COVID-19 y poner fin de una vez por todas a esta pandemia.