El impacto de la COVID-19 en la resistencia antimicrobiana

La COVID-19, enfermedad causada por un virus perteneciente a la familia de los coronavirus, de nombre SARS-CoV-2, ha tenido consecuencias directas en la resistencia a los antimicrobianos, incluso sin tener a la fecha un tratamiento antiviral específico, y ha contribuido en particular al incremento de esta problemática a nivel global.

Entre otras razones, porque ante la incertidumbre que generó la infección por SARS-CoV-2, el pronóstico y las complicaciones que tenían muchos pacientes, se creó una infodemia masiva, es decir, “una cantidad excesiva de información -en algunos casos correcta, en otros no- que dificulta que las personas encuentren fuentes confiables y orientación fidedigna cuando la necesitan”, declaró la Organización Mundial de la Salud (OMS).

Esto se reflejó en que las búsquedas en internet de información sobre la COVID-19 se dispararon de 50% a 70%. Muchas personas esperaban encontrar soluciones rápidas de prevención y tratamiento, más allá de lo que los médicos prescribieran o los ministerios de Salud o las Sociedades Científicas recomendaran.

Como resultado, un gran número de personas comenzaron a “utilizar antibióticos como una panacea para el tratamiento de la infección por COVID-19 (que no es de origen bacteriano sino viral) y otros más, por instinto de supervivencia, se automedicaron queriendo proteger su salud, con los riesgos que en la realidad esto implica”, comenta el doctor José Millán Oñate Gutiérrez, médico infectólogo, expresidente de la Asociación Colombiana de Infectología (ACIN).

Debe recordarse, que la COVID-19 tiene múltiples manifestaciones y diversos grados de afectación. En el 95% de los casos, el manejo es ambulatorio y se puede producir desde infección asintomática (el individuo tiene el virus y lo puede transmitir a otros, pero no siente nada) o infección leve (como una gripa). Pero, hasta en 5% de casos puede requerirse hospitalización si el virus ataca los pulmones y los bronquios.

Los casos más graves van a manifestarse con déficit de la oxigenación si hay daño pulmonar extenso y esto requieren apoyo con dispositivos conocidos como ventiladores mecánicos que insuflan oxígeno al pulmón. Para esto, los pacientes deben tener un tubo orotraqueal y requieren sedación para tolerar tener este dispositivo desde la boca hasta los grandes bronquios.

Todas estas condiciones, desde la acción dañina del virus sobre bronquios y pulmón, hasta la necesidad de ventilación mecánica y los problemas de manejo de secreciones y sedación, hacen que los pacientes, particularmente en las Unidades de Cuidado Intensivo (UCI), puedan tener más riesgo de sobreinfección por bacterias y hongos. Además, debe tenerse en cuenta que para tratar los casos graves, los médicos emplean medicamentos llamados esteroides, en un intento por disminuir la inflamación pulmonar y mejorar la sobrevida, pero estos pueden disminuir las defensas corporales y también facilitar la sobreinfección.

Así, para citar un ejemplo: un paciente positivo para el SARS-CoV-2 que requiere hospitalización, tiene un riesgo de neumonía bacteriana secundaria, que aumenta según sus antecedentes médicos, es decir, si ya tiene comorbilidades, como patología pulmonar de base, producto del tabaquismo; asma e incluso otras enfermedades no transmisibles (ENT), como la hipertensión, la diabetes y la obesidad.

En el estudio ‘Sobreinfección bacteriana en adultos con COVID-19 hospitalizados en dos clínicas en Medellín (Colombia, 2020)’, por ejemplo, los investigadores concluyeron que existía “una alta prevalencia de sobreinfecciones bacterianas en pacientes con COVID-19 que requieren hospitalización, principalmente en aquellos con comorbilidades específicas, complicaciones, estancia prolongada, ventilación mecánica y tratamiento con esteroides”.

“Empezamos a ver los primeros casos de COVID en marzo de 2020 y a descubrir que algunos rápidamente se sobreinfectaban por diversos tipos de bacterias. Una razón es que como la boca está llena de bacterias, cuando el paciente empieza a tener dificultad respiratoria o toca ponerle un ventilador es muy fácil que estas logren descender a través de la tráquea y lleguen a los pulmones causando neumonía. Nos pareció interesante estudiar y analizar este fenómeno”, explica el doctor Juan Carlos Cataño Correa, médico especialista en enfermedades infecciosas de la Universidad de Antioquia, líder de este estudio, del que hicieron parte Jaiberth Antonio Cardona-Arias, Jessica Paola Porras Mancilla y Marcela Tabares García.

En este estudio transversal con 399 pacientes diagnosticados de COVID-19 por RT-PCR (41,9% eran adultos mayores de 59 años y 58,9% eran hombres), encontraron que la prevalencia de sobreinfección fue 49,6%, con 16 agentes identificados, siendo los más frecuentes Klebsiella pneumoniae, Klebsiella oxytoca y Staphylococcus aureus.

Entre los factores sociodemográficos y clínicos asociados a las sobreinfecciones bacterianas se encontró que esta fue 36% mayor en personas de más de 59 años (en comparación con los menores de 60), 42% más para quienes tenían enfermedad pulmonar crónica, 58% más alto en pacientes inmunosuprimidos y 38% más alto en pacientes con insuficiencia renal aguda

Esta misma situación, comenta el doctor Gustavo Roncancio, especialista en enfermedades infecciosas, investigador asociado del Grupo de Investigación en Microbiología Básica y Aplicada (Microba) de la Universidad de Antioquia, se ha visto en reportes del Instituto Nacional de Salud (INS) y de varias Secretarías Departamentales de Salud en Colombia, y es similar a lo que sucede en el mundo, donde las sobreinfecciones bacterianas han complicado la salud de los pacientes de COVID y si bien los antibióticos no combaten el SARS-CoV-2, se han tenido que utilizar para tratar las coinfecciones bacterianas asociadas.

“Las tasas de infección asociadas a dispositivos en las Unidades de Cuidados Intensivos (UCI) aumentó, especialmente la neumonía asociada a ventilador; pero también creció la resistencia bacteriana, sobre todo de Klebsiella pneumoniae y Pseudomonas aeruginosa, asociadas al uso de antibióticos y a la mayor necesidad de ventilación mecánica”, explica el doctor Roncancio.

Esa resistencia impacta en la mortalidad. “Algunos estudios señalan que hasta el 50% de los pacientes con infección grave por SARS-CoV-2 han fallecido en los hospitales por causa de resistencia bacteriana y no necesariamente por la infección por la COVID-19”, recuerda.

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Grandes desafíos

 

Dado que algunos pacientes presentaban no una, sino varias sobreinfecciones bacterianas y requerían, por ende, diferentes tipos de antibióticos, hoy se enfrenta un problema adicional y es lo que el doctor Cataño denomina “un fenómeno de resistencia antimicrobiana poscovid, que, insisto, no es lo mismo que causada por la COVID-19, que se origina por un virus”.

Esta nueva realidad representa enormes desafíos globales, locales y para las entidades de salud. Uno de ellos es atender la resistencia hospitalaria, porque las bacterias resistentes se quedan muchas veces ahí esperando a que otro paciente debilitado o invadido con catéteres o tubos necesite atención. “Nuestro reto es evitar que estas bacterias se sigan diseminando en los hospitales, en los diferentes servicios, y sigan encontrando mayores víctimas”, explica el doctor Cataño.

Otro reto es mirar cómo se logra disminuir ese consumo de antibióticos en los pacientes con COVID-19 que siguen llegando, aunque en menores cantidades, a las UCI y tienen riesgo de sobreinfectarse.

También resulta fundamental el trabajo con la comunidad, para “explicarle que los antibióticos son como una quimioterapia; que nadie va a quimioterapia sin tener cáncer, es decir, nadie se debería tomar un antibiótico sin tener una infección de origen bacteriano; ni los deberían ofrecer en la farmacia sin un diagnóstico previo”, insiste el doctor Cataño.

Se trata de un fenómeno que viene desde antes, y en el que influye la posibilidad de que se pueda adquirir un antibiótico sin fórmula médica, cuando debe ser al contrario, como precisa el doctor Oñate.

Adicionalmente, no deben desconocerse los efectos secundarios del uso inadecuado de antibióticos, además de la selección de resistencias: daños en hígado, riñones, corazón, sistema nervioso, articulaciones, entre otros, que en algunos casos pueden tener un desenlace fatal.

A esto se suma, agrega el doctor Roncancio, un uso indiscriminado de antibióticos en una parte del sector médico, y por todo ello debemos crear conciencia desde múltiples espectros: “tener políticas restrictivas en cuanto a la venta libre de antibióticos y brindar alicientes a la industria farmacéutica para la creación de nuevos antimicrobianos que nos ayuden a luchar contra los problemas de resistencia que hoy tenemos”.

Finalmente, consideran los expertos que se debe seguir trabajando fuertemente en la implementación de los Programas de Optimización de Uso de Antimicrobianos (PROA) en hospitales y clínicas, y en el conocimiento sobre los múltiples microorganismos que pueden afectar la salud que, de acuerdo con sus propiedades celulares, se han clasificado, de mayor a menor complejidad en su estructura, en parásitos, hongos, bacterias y virus, y para cada uno se han desarrollado antimicrobianos específicos.

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