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Difteria

La difteria es una enfermedad infecciosa causada por la bacteria Corynebacterium diphtheria, que infecta principalmente la garganta y las vías respiratorias superiores, y produce una toxina que afecta a otros órganos. La enfermedad tiene un inicio agudo y las principales características son dolor de garganta, fiebre baja y glándulas inflamadas en el cuello, y la toxina puede, en casos graves, causar miocarditis o neuropatía periférica. La toxina difteria hace que una membrana de tejido muerto se acumule sobre la garganta y las amígdalas, dificultando la respiración y la deglución. La enfermedad se transmite a través del contacto físico directo o de la inhalación de las secreciones aerosolizadas por tos o estornudos de individuos infectados.

Datos clave

La vacunación contra la difteria ha reducido drásticamente la mortalidad y la morbilidad de la difteria, sin embargo la difteria sigue siendo un problema importante de salud infantil en los países con una cobertura deficiente de EPI. En los países endémicos de la difteria, la enfermedad ocurre principalmente como casos esporádicos o en pequeños brotes. La difteria es mortal en 5 - 10% de los casos, con una tasa de mortalidad más alta en niños pequeños. El tratamiento consiste en la administración de la antitoxina de la difteria para neutralizar los efectos de la toxina, así como antibióticos para matar a las bacterias.

La vacuna contra la difteria es un toxoide bacteriano, es decir. una toxina cuya toxicidad ha sido inactivada. La vacuna se administra normalmente en combinación con otras vacunas como la vacuna DTwP/DTaP o la vacuna pentavalente. Para adolescentes y adultos, el toxoide difteria se combina con frecuencia con toxoide del tétanos en menor concentración (vacuna Td).

 

Respuesta de la OPS
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OMS: Documento de posición de vacuna (en inglés) difteria

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Children vaccinated showing vaccine card

Vacuna contra la difteria, el tétanos y la tos ferina (DTP)

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Las personas infectadas con la bacteria de la difteria pueden desarrollar síntomas o no presentar ningún síntoma, pero ser portadoras de la bacteria y poder contagiar a otras personas. La mayoría de las personas con difteria tendrán una infección de las vías respiratorias, dolor de garganta y fiebre baja durante los primeros días de la enfermedad. Los casos leves de la enfermedad no desarrollarán más síntomas. Sin embargo, si la enfermedad es más grave, se desarrollará una membrana densa, que podría ser local —por ejemplo, solo en las amígdalas o la faringe— o podría cubrir una amplia zona de las vías respiratorias del paciente. Los casos más graves pueden desarrollar una apariencia inflamada similar al «cuello de toro». En las regiones tropicales, la difteria puede causar síntomas cutáneos que afectan a la piel. Aparecen lesiones en la piel, formando úlceras cubiertas por una membrana gris que no se cura. Aunque es poco frecuente, pueden surgir complicaciones en órganos como el corazón, los riñones y los nervios periféricos.

A través de gotitas respiratorias, como al toser o estornudar. También puede transmitirse a través de ropa y objetos contaminados.

Los casos sospechosos de difteria se identifican por síntomas respiratorios superiores (faringitis, nasofaringitis, amigdalitis, laringitis) y una membrana grisácea (pseudomembrana) que cubre la garganta. La confirmación de laboratorio de la difteria requiere el aislamiento de C. diphtheriae toxigénica mediante cultivo, independientemente de los síntomas. La prueba de Elek confirma la toxigenicidad, y la PCR puede emplearse como herramienta de vigilancia adicional.

La infección por difteria se trata con la administración de una antitoxina diftérica (DAT), administrada por vía intravenosa o mediante una inyección intramuscular. También se administran antibióticos (dando prioridad a la azitromicina y la eritromicina sobre la penicilina) para eliminar las bacterias, detener la producción de toxinas y prevenir la transmisión a otras personas.

La vacunación contra la difteria ha reducido drásticamente la mortalidad y la morbilidad de esta enfermedad. Sin embargo, la difteria sigue siendo un problema importante para la salud infantil en los países con una cobertura deficiente de inmunización infantil sistemática. En los países donde la difteria es endémica, la enfermedad se presenta principalmente en casos esporádicos o en pequeños brotes. La difteria es mortal en el 5-10 % de los casos, con una tasa de mortalidad más alta en los niños pequeños.

La vacuna contra la difteria es un toxoide bacteriano, es decir, una toxina cuya toxicidad ha sido inactivada. La vacuna se administra normalmente en combinación con otras vacunas, como la del tétanos y la de la tos ferina, entre otras (por ejemplo, DTwP/DTaP, vacuna pentavalente, vacuna hexavalente). En el caso de los adolescentes y los adultos, el toxoide diftérico se combina frecuentemente con el toxoide tetánico en menor concentración (vacuna Td).

La OMS recomienda una serie de vacunación primaria de tres dosis con una vacuna que contenga difteria, seguida de tres dosis de refuerzo. La serie primaria debe comenzar a las seis semanas de edad, con un intervalo mínimo de cuatro semanas entre dosis. Las tres dosis de refuerzo deben administrarse preferiblemente durante el segundo año de vida (12-23 meses), a los 4-7 años y a los 9-15 años de edad. Lo ideal es que haya al menos cuatro años entre las dosis de refuerzo.

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