El Estado cubano garantiza la atención integral e integrada de la salud de la población y ha priorizado enfrentar la emergencia sanitaria originada por el COVID-19 a través del Ministerio de Salud Pública (MINSAP), aplicando un Plan Nacional de Gobierno con medidas efectivas para minimizar los riesgos y vulnerabilidades, incrementando el rol de los diferentes actores sociales.
En tal sentido, se conformó un Grupo de Trabajo interdisciplinario e intersectorial, constituido por expertos en salud mental y en situaciones de emergencias y desastres del Ministerio de Salud Pública, así como otros actores provenientes de distintas entidades educativas y sanitarias del país, con el objetivo de diseñar un programa con enfoque de curso de vida y género, tomando en cuenta los determinantes sociales de la salud, para la prevención y el manejo de los riesgos psicosociales de la población y de los trabajadores de la salud ante la emergencia por la pandemia de COVID-19.
Se diseñó e implementó el Protocolo de Actuación 1.6 de carácter nacional, en el que se integra la atención de la salud mental, actualizándolo de manera sistemática según las etapas y la evolución de la pandemia. En tal sentido se reorganizó la red de servicios y se amplió con una consejería telefónica “Línea de apoyo psicosocial y salud mental” (103), que funciona las 24 horas del día, de manera gratuita y tiene alcance nacional.
Garantizar la atención especializada desde los departamentos de salud mental municipales, evitar el estigma y proteger los derechos de las personas forman parte de los pilares diseñados para ofrecer una atención integral y de calidad. A lo que se suman los grupos de WhatsApp y la teleasistencia.
Proteger y cuidar a los niños, no solo de los daños que en su salud provoca el COVID-19, sino también de los efectos emocionales que la pandemia puede ocasionar en ellos, es también un reto constante.
Equipos multidisciplinarios en cada una de las provincias, desarrollaron investigaciones e intervenciones, esencialmente a partir del trabajo con grupos vulnerables específicos y personas convalecientes del COVID-19.
Los organismos formadores (Ministerio de Educación y Educación Superior), conjuntamente con el Centro de Investigación en Neurociencias y el Centro de Estudios Demográficos, desarrollaron una serie de herramientas con diferentes tipos de soportes (materiales autodidácticos, infografías, spots, entre otros) para apoyar a los educadores frente a las nuevas condiciones de confinamiento. Se diseñó el Código de Vida para la Nueva Normalidad con el objetivo de reforzar el cumplimiento de medidas epidemiológicas individuales y colectivas, como pilares básicos durante todas las etapas de la pandemia. El autocuidado y la auto-responsabilidad se refuerzan en los mensajes ofrecidos por personal especializado en los diferentes medios de comunicación, priorizando los dedicados a los niños, sus familias y educadores.
En el centro de las acciones se destaca la capacitación de los trabajadores sanitarios y de los diferentes actores sociales para garantizar su buen desempeño. Con la participación de estudiantes universitarios, liderados por los de ciencias médicas, se estableció un sistema de trabajo que llega a cada hogar de manera sistemática para la identificación de cualquier malestar físico o emocional e intervenir de manera oportuna.
La OPS/OMS ha estado proporcionando apoyo técnico y un continuo intercambio de información y experiencias entre los países de la Región.
