Rueda de prensa semanal sobre covid-19: Palabras de apertura de la Directora, 25 de agosto de 2021

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Buenos días y gracias por participar en la rueda de prensa de hoy.

La semana pasada se notificaron más de 1,5 millones de nuevos casos de COVID-19 y casi 20.000 muertes conexas en la Región de las Américas.

Siguen notificándose casos de COVID-19 en toda la Región, pero tres países tuvieron el mayor número de casos: Estados Unidos, México y Brasil.

El número de casos está aumentando en muchos países de Centroamérica, incluidos Belice, Guatemala y Honduras.

Y, si bien el número de hospitalizaciones continúa disminuyendo en gran parte de América del Sur, el número de casos sigue siendo elevado, por lo que instamos a los países a que continúen siguiendo de cerca los nuevos brotes.

En el Caribe, Jamaica, Puerto Rico y algunas islas más pequeñas como San Vicente y las Granadinas y Dominica han notificado incrementos muy pronunciados en el número de nuevos casos y muertes.

En Haití, el Ministerio de Salud está colaborando con sus asociados en la esfera de la ayuda humanitaria y ha pedido apoyo adicional en materia de atención quirúrgica y traumatológica para las víctimas del reciente terremoto. La OPS continúa distribuyendo insumos médicos sumamente necesarios y está colaborando estrechamente con el Ministerio de Salud y los equipos de emergencia sobre el terreno.

Y, a pesar de que la Región continúa registrando los números más altos de casos a nivel mundial y de que siete de los veinte países con las tasas de mortalidad más altas del mundo se encuentran en América Latina, poco más del 23% de la población ha sido completamente vacunada contra la COVID-19.

En muchos países, la cobertura de vacunación es mucho menor.

En Guatemala, poco más del 3% de la población ha sido completamente vacunada, y en Jamaica esa cifra está apenas por encima del 4%, mientras que en Haití los desastres naturales recientes han retrasado aún más las campañas de vacunación.

Actualmente, la inequidad con respecto a las vacunas sigue siendo el talón de Aquiles de nuestra respuesta a la pandemia.

Como consecuencia de las demoras en la producción, muchos países siguen a la espera de las dosis que compraron hace meses.

Algunos países no tienen otra opción que depender de las donaciones para inmunizar a su población.

La OPS y el Mecanismo COVAX están trabajando para entregar casi 12 millones de vacunas contra la COVID-19 donadas por Estados Unidos, España, Noruega, Francia y Suecia, pero estas vacunas no bastarán para proteger a los cientos de millones de personas que siguen en situación de vulnerabilidad en la Región.

El suministro limitado de vacunas sigue haciéndonos retroceder.

Un puñado de empresas produce todo el suministro mundial de vacunas contra la COVID-19. A la hora de asignar las dosis, muchas de ellas se están dejando guiar por el precio y el país de origen en lugar de por la necesidad. Como resultado, gran parte del suministro actual de vacunas sigue en manos de los países ricos del mundo.

Las limitaciones en la producción y la distribución desigual de las vacunas, en un contexto donde la demanda es abrumadora, dificultan nuestra respuesta a la COVID-19 y ponen en muy alto riesgo la salud pública de nuestros países.

Los países de América Latina y el Caribe son especialmente vulnerables ya que dependen casi por completo de que otros países produzcan las materias primas utilizadas por la industria farmacéutica, los medicamentos y las tecnologías sanitarias que nuestra población necesita para proteger su salud.

Nuestra Región importa diez veces más productos farmacéuticos de los que produce.

Al comienzo de la pandemia, los fabricantes se adaptaron rápidamente para producir algunos de los EPP y respiradores que necesitaba nuestra Región. Debemos recuperar ese espíritu de colaboración y aplicarlo a la producción de vacunas en la Región.

La buena noticia es que no partimos de cero.

Hoy, ya son cuatro los países de nuestra Región involucrados en la producción de vacunas contra la COVID-19, y Brasil y Cuba producen vacunas precalificadas por la OMS para la fiebre amarilla y la meningitis B, respectivamente.

Debemos aprovechar este legado para proteger a nuestra población de la amenaza de la COVID-19 y de los riesgos futuros para su salud.

La OPS ya está encabezando iniciativas para ayudar a reducir nuestra dependencia de la importación de productos farmacéuticos.

Junto con la OMS, estamos trabajando para traer la tecnología de las vacunas basadas en ARNm a nuestra Región. Las vacunas de ARNm son algunas de las vacunas más efectivas contra la COVID-19, y la tecnología en que se basan es muy adaptable, por lo que tiene un enorme potencial para ser utilizada contra otros virus.

Hasta el momento, más de 30 empresas e instituciones públicas y privadas de la Región de las Américas han expresado su deseo de participar en el programa de la OMS de transferencia de tecnologías basadas en ARNm, y estamos en proceso de seleccionar las propuestas más prometedoras, de establecer un proceso de cooperación que aproveche las capacidades de los distintos países y de garantizar que el resultado pueda beneficiar a todos los países de América Latina y el Caribe por medio del Fondo Rotatorio de la OPS.

Sin embargo, desarrollar la capacidad de producción en nuestra Región llevará más tiempo. Y nuestro éxito depende de tres factores: la coordinación, la colaboración y la inversión.

Para que este programa funcione, debe haber coordinación entre los distintos sectores en los países para fortalecer su capacidad de producir nuevas tecnologías.

Para que este programa se convierta en una prioridad, los países participantes necesitarán nuevas políticas, tanto para desarrollar las competencias técnicas necesarias para llevar la producción a la escala necesaria ―por ejemplo, en materia de bioingeniería― como para disponer de una infraestructura regulatoria sólida que garantice la calidad, la eficacia y la seguridad de los productos.

Por eso, esta semana la OPS pondrá en marcha una plataforma para impulsar los esfuerzos regionales de producción de vacunas, comenzando con la primera de una serie de reuniones para promover una mayor coordinación entre los países y para reclutar asociados de los sectores público y privado que ayuden a hacer realidad esta idea.

Tendremos que colaborar para aprovechar las fortalezas de cada uno, y para eso es fundamental aunar a todas las partes necesarias.

La producción de vacunas requiere muchos insumos e involucra muchos pasos, por lo que debemos mapear y optimizar las cadenas de suministro de toda la Región para gestionar cada uno de estos pasos de manera eficiente.

Así como los países recurren al Fondo Rotatorio de la OPS para mancomunar la demanda de vacunas, deberían aprovechar de la misma manera las economías de escala para distribuir la capacidad de fabricación de productos farmacéuticos en la Región. Para que la producción regional sea sostenible, no puede concentrarse en un único lugar.

Por último, la ampliación de la fabricación de productos farmacéuticos requerirá una considerable inversión.

El Banco Interamericano de Desarrollo, el Banco Mundial y otros asociados ya han expresado su deseo de ayudar a nuestra Región a ampliar su capacidad de producción farmacéutica. Pero los países también deben priorizar las inversiones y trabajar juntos para aprovechar al máximo los fondos disponibles.

Creo que la crisis de las vacunas contra la COVID-19 que atravesamos debe ser una llamada de atención para que ampliemos la fabricación de productos farmacéuticos a nivel regional, de manera de poder estar al frente de nuestra propia respuesta a la pandemia. Los valores de la Región del panamericanismo y la solidaridad pueden ayudarnos a fortalecer nuestra capacidad de fabricación de productos farmacéuticos.  

Las inversiones que hagamos hoy no solo nos ayudarán a superar más rápido esta pandemia, sino que también sentarán las bases para hacer frente a futuras crisis de salud. Por eso, no hay tiempo que perder.