• Barrido Documentado Honduras
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El Barrido Documentado: estrategia que ha cerrado brechas de vacunación en Honduras

El sol castiga sin piedad en Villanueva. Son apenas las nueve de la mañana y el termómetro ya roza los 34 grados. Iveth Barahona consulta una lista con direcciones mientras organiza a su equipo. Como enlace técnico del Programa Ampliado de Inmunizaciones (PAI) en el norte del país, dirige las brigadas del "Barrido Documentado", estrategia que está transformando el panorama de la vacunación infantil en Honduras.

"¿Cuántos niños tenemos pendientes en este sector?", pregunta a Carlos, promotor que conoce cada rincón del barrio El Marañón. "Diecisiete según el censo, pero seguro encontramos más", responde mientras señala un callejón donde las casas se amontonan sin orden aparente.

En la región de Cortés, una de las más densamente pobladas, la vacunación no es solo un desafío sanitario. Las brigadas lideradas por Iveth enfrentan no solo el clima, sino también contextos complejos: colonias bajo control de maras y pandillas, familias temerosas, comunidades que por mucho tiempo no habían tenido una visita de salud.

Laura Menjivar, promotora encargada de la vacunación casa a casa, se detiene frente a una vivienda de bloques sin repello. "Disculpe, ¿hay niños menores de cinco años en esta casa?", pregunta con firmeza. La puerta se entreabre. Una mujer joven, con un bebé en brazos, la observa con recelo. "Venimos del centro de salud. Estamos verificando que todos los niños tengan sus vacunas al día", explica Laura con esa cadencia que ha perfeccionado tras años de tocar puertas.

"Cuando empezamos, muchas madres no sabían que las vacunas son gratuitas", cuenta después. "Otras creían que, si el niño tenía gripe o fiebre leve, ya no se podía vacunar nunca".

Los resultados hablan por sí solos: 113,394 niños menores de cinco años identificados durante el periodo 2024. De ellos, 9,575 fueron vacunados durante la estrategia, una cifra que representa miles de historias transformadas. No todas las puertas se abrieron: 1,654 niños quedaron sin vacunar.

En otra colonia de Choloma, conocida por sus problemas de seguridad, María recibe a Laura con sorpresa. "Hace tres años que nadie del centro de salud llegaba hasta acá", confiesa mientras busca el carnet de vacunación de su hijo. "Me daba miedo ir al centro porque está en territorio de otra mara". Su testimonio revela cómo la violencia territorial fragmenta el acceso a servicios básicos. Aquí, una vacuna puede significar cruzar fronteras invisibles pero mortales. La brigada revisa el carnet. Al niño le faltan dos refuerzos. "Yo sé que es importante", dice María con una seguridad que contrasta con su entorno. "Mi hermano tuvo polio cuando éramos pequeños. Yo no quiero eso para mi hijo". Laura aplica la vacuna con precisión. "Yo siempre empiezo preguntando si hay niños en casa", explica. "A veces me dicen que sí, pero que hoy no pueden. Hay días que cansa, pero cuando un niño recibe su vacuna, uno siente que valió la pena".

En un pequeño comedor convertido en centro de operaciones, Iveth despliega mapas llenos de marcas y códigos. Su liderazgo ha sido determinante para sostener el ritmo y la calidad técnica. "Los puntos rojos son zonas donde la cobertura está por debajo del 80%", explica señalando sectores específicos. "Y las estrellas amarillas son comunidades donde hemos detectado resistencia". "A veces necesitamos tres o cuatro visitas", detalla Iveth. "La primera vez desconfían, la segunda escuchan, la tercera preguntan, y quizás en la cuarta finalmente acceden. Es una lucha día a día. A veces puede ser cansado, frustrante, pero hay que seguir adelante. Porque sabemos que lo que hacemos marca la diferencia en la vida de miles de niños".

La Secretaría de Salud de Honduras, con el apoyo técnico de la OPS, ha combinado ciencia, planificación territorial y compromiso humano en esta estrategia. No se trata solo de aplicar una vacuna, sino de reconstruir vínculos de confianza. Al caer la tarde, los equipos regresan al centro de salud. Mientras registran los datos, comparten historias: la familia que finalmente aceptó, la madre que lloró de gratitud, el niño que recibió su primera vacuna a los cuatro años.

"¿Vale la pena todo este esfuerzo?", pregunto a Iveth mientras organiza reportes. "No son cifras, son niños", responde sin titubeos. "Cada vacuna es una enfermedad que no sucederá, un hospital que no tendrán que visitar, un funeral que una familia no tendrá que enfrentar". 

En las calles de Villanueva, el Barrido Documentado ha dejado una huella que va más allá de los números. Como reza el eslogan de la Semana de Vacunación en las Américas: "Tu decisión marca la diferencia". Y en cada hogar donde se abrió una puerta, en cada madre que extendió el brazo de su hijo, en cada familia que confió en el sistema de salud, se hizo realidad esta premisa.

La diferencia no la hicieron solo las brigadas, los termoportadores o las jeringas. La hicieron las familias que, superando el miedo, la desconfianza o la desinformación, decidieron proteger a sus hijos. Porque cuando el sistema de salud toca la puerta con respeto y las comunidades responden con confianza, la salud pública deja de ser una estadística para convertirse en un derecho vivido y defendido por todos.