• A través de los equipos cero muertes maternas cientas de madres ahora puede cargar felices a sus bebés
    OPS/OMS/ Carlos Florian
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Código Rojo: La Revolución de los Equipos Cero Muertes Maternas

Cómo Honduras redujo 27.4% la mortalidad materna con una alarma que salva vidas

 

En octubre de 2023, tres mujeres perdieron la vida en el Hospital Gabriela Alvarado de Danlí en menos de 72 horas. Mientras otras 15 madres eran trasladadas de emergencia con hemorragias incontrolables, los pasillos del hospital se llenaron de un silencio pesado, el tipo de silencio que precede a las grandes transformaciones.

Esa semana marcó un antes y un después en la historia de la salud materna de Honduras. No porque fuera la primera vez que ocurría una tragedia así, sino porque fue la última vez que el país permitiría que la muerte de una madre fuera considerada inevitable.

La Secretaría de Salud, respaldada por la experiencia técnica de la Organización Panamericana de la Salud y el financiamiento del Gobierno de Canadá a través del proyecto IHWAG, no se conformó con lamentar las pérdidas. Decidió cambiar el sistema desde sus cimientos, hospital por hospital, protocolo por protocolo, vida por vida.

Cuando la esperanza tiene nombre propio

Ana apretó la mano de su esposo mientras la ambulancia avanzaba por la carretera serpenteante que conecta Patuca con Danlí. Acababa de dar a luz a su tercer hijo en el pequeño centro de salud de su comunidad, una zona postergada del departamento de El Paraíso, cuando comenzó la hemorragia.

"Sentí que iba a morir en el camino", recuerda Ana, cuya voz aún tiembla al recordar aquellos 130 kilómetros que se sintieron como una eternidad. La sangre no paraba, su presión bajaba peligrosamente, y cada curva del camino parecía alejarla más de la posibilidad de volver a abrazar a sus otros dos hijos.

Pero cuando las puertas de la ambulancia se abrieron en el Hospital Gabriela Alvarado, algo extraordinario sucedió. No hubo gritos desesperados ni carreras caóticas por los pasillos. Hubo un sonido: la alarma del Código Rojo. Y en segundos, un equipo completo se materializó alrededor de la camilla de Ana.

"Vi cómo todo el personal llegó de inmediato", cuenta Ana. "Médicos, enfermeras, el laboratorista, todos sabían exactamente qué hacer. Nadie gritaba, nadie se veía perdido. Era como si hubieran ensayado mi llegada mil veces."

Ana no sabía que, efectivamente, lo habían hecho. Su vida se salvó gracias a uno de los 38 Equipos Cero Muertes Maternas que ya operaban en Honduras, equipos que habían transformado el caos en protocolo, la improvisación en precisión, y la pérdida en esperanza

La revolución que comenzó en Intibucá

Meses antes de que Ana llegara a Danlí, en el Hospital Enrique Aguilar Cerrato de Intibucá, el Dr. Melvin Chávez y la Lic. Paola Barrientos estaban plantando las semillas de esta transformación. Intibucá había sido durante años sinónimo de pérdidas maternas evitables, un lugar donde dar a luz significaba un riesgo que muchas familias conocían demasiado bien.

El modelo Cero Muertes Maternas llegó como una metodología precisa pero profundamente humana. No se trataba solo de cambiar protocolos sobre el papel, sino de reorganizar completamente la forma en que los hospitales respondían ante las emergencias obstétricas. Cada minuto importaba, cada segundo podía ser la diferencia entre la vida y la muerte.

Los resultados en Intibucá fueron tan contundentes que la estrategia comenzó a replicarse con urgencia. El Hospital Leonardo Martínez Valenzuela en San Pedro Sula, el Hospital de Puerto Cortés, el Hospital Escuela en Tegucigalpa, y eventualmente los 28 hospitales del sistema nacional adoptaron el modelo. Cada implementación llevaba consigo la promesa de que ninguna madre volvería a morir por causas prevenibles en esos centros de salud.

El momento en que todo cambió

Era una madrugada de diciembre cuando María, una joven de 19 años procedente de una comunidad rural, llegó al Hospital Gabriela Alvarado. La enfermera Yolani López, con 15 años de experiencia, había visto llegar a cientos de madres en estado crítico, pero nunca había presenciado una respuesta como la que estaba a punto de vivir.

Cuando María perdió el conocimiento en la sala de partos, Yoláni no dudó. Presionó el botón rojo. La alarma resonó por todo el hospital, y en menos de tres minutos, el equipo multidisciplinario estaba completo: ginecólogos, anestesiólogos, enfermeras especializadas, técnicos de laboratorio, personal de banco de sangre.

"Era la primera vez que actuábamos como un solo cuerpo", relata Yolani. "Sin demoras, sin improvisaciones, sin el caos de antes. Cada persona sabía exactamente dónde estar y qué hacer. María y su bebé sobrevivieron porque el sistema funcionó como debía funcionar desde siempre."

Esa madrugada, María se convirtió en una de las miles de madres que ya no tendrían que elegir entre dar vida y arriesgar la propia.

Las voces del cambio

La Dra. Nuri Bonilla, gineco-obstetra del Hospital Gabriela Alvarado, había trabajado durante años en un sistema donde cada emergencia obstétrica era una carrera contra el tiempo que a menudo se perdía por falta de coordinación. "Hace un año, cuando recibimos el taller de Cero Muertes Maternas, no imaginé lo crucial que sería", explica. "Pasamos de un hospital donde cada emergencia era un caos, a tener equipos organizados, alarmas de respuesta rápida y protocolos que realmente salvan vidas."

La transformación no fue solo técnica, sino profundamente humana. "Ahora tenemos códigos rojos bien establecidos, kits de manejo de emergencia listos y, sobre todo, un personal que sabe exactamente qué hacer en cada caso crítico", continúa la Dra. Bonilla. "Antes, el problema era la demora: mientras activábamos un protocolo, ya habíamos perdido tiempo valioso. Hoy, cuando suena la alarma, en segundos estamos en acción."

Desde la perspectiva de las políticas públicas, la Lic. Rosa Marlen Flores, jefa del Programa de Atención Integral de la Secretaría de Salud, entiende que cada cifra representa una familia completa. "Siempre hemos sabido que la mortalidad materna es el indicador más sensible de un país", reflexiona. "Cada madre que perdemos es una familia que se rompe, un niño que crece sin su madre. Lo que estaba ocurriendo en Honduras era inaceptable."

El programa logró algo que parecía imposible: implementar los Equipos Cero Muertes Maternas en los 28 hospitales del país y capacitar alrededor del 90% de los municipios en comités de vigilancia materna. Pero más allá de los números, la transformación se siente en cada sala de partos, en cada llamada de emergencia, en cada familia que vuelve a casa completa.

La tecnología al servicio de la vida

La revolución no se limitó a los protocolos de emergencia. La incorporación de servicios de teleconsulta prenatal y del Sistema de Información Perinatal (SIP plus) en cinco hospitales regionales permitió que el cuidado materno se extendiera más allá de las paredes del hospital. Las madres en comunidades remotas ahora pueden recibir seguimiento especializado sin tener que viajar cientos de kilómetros, y los médicos pueden detectar complicaciones antes de que se conviertan en emergencias.

Los kits de emergencia obstétrica, cuidadosamente diseñados y distribuidos por la OPS en nueve regiones sanitarias con alta mortalidad materna, garantizan que cada hospital tenga a su disposición los recursos necesarios para enfrentar las complicaciones más comunes. Trajes antichoque no neumáticos, balones hidrostáticos, paquetes globulares de emergencia: herramientas que transforman las posibilidades de supervivencia.

Los seis Centros de Simulación Clínica permiten que los 1,724 profesionales de salud capacitados practiquen una y otra vez los protocolos de emergencia, hasta que cada movimiento se vuelva instintivo, hasta que la coordinación perfecta sea la norma y no la excepción.

El impacto que se mide en vidas

Los números hablan por sí solos: la implementación de los Equipos Cero Muertes Maternas y el sistema de Código Rojo es una de las intervenciones clave que forman parte del Plan Nacional de Reducción de la Mortalidad Materna 2022-2026, por medio de ellas  Honduras logró una reducción histórica del 27.4% en la mortalidad materna durante 2024. Este logro representa más que una estadística; es la materialización de una promesa cumplida a miles de familias hondureñas.

Pero detrás de cada porcentaje hay historias como las de Ana y María, familias que permanecieron unidas, niños que crecerán con sus madres, comunidades que recuperaron la confianza en su sistema de salud.

Ana regresó a Patuca con su bebé en brazos y una certeza nueva: que vivir en una comunidad rural ya no significaba estar condenada a recibir atención de segunda clase. María volvió a su hogar sabiendo que el sistema que la salvó estará ahí para otras madres que, como ella, necesiten una segunda oportunidad.

Cada día, en algún hospital de Honduras, suena una alarma de Código Rojo. Cada día, un equipo responde en segundos. Cada día, una madre abraza a su bebé gracias a un sistema que decidió que la vida vale más que cualquier obstáculo.

Una promesa cumplida, un futuro asegurado

El modelo Cero Muertes Maternas ya no es solo un programa piloto o una iniciativa temporal. Se ha convertido en el estándar de atención obstétrica en Honduras, una promesa institucionalizada de que ninguna mujer debería morir por causas prevenibles durante el parto.

La alianza entre la Secretaría de Salud, la OPS/OMS y el Gobierno de Canadá logró algo que trasciende las estadísticas: cambió la cultura de la atención materna en un país entero. Transformó la resignación en acción, la pérdida en prevención, el miedo en esperanza.

Hoy, cuando una mujer embarazada en Honduras siente las primeras contracciones, ya no tiene que preguntarse si el sistema estará preparado para protegerla. La respuesta está en cada alarma instalada, en cada protocolo memorizado, en cada equipo entrenado para actuar cuando cada segundo cuenta.

La promesa es simple pero revolucionaria: traer una nueva vida al mundo ya no significa arriesgar la propia. En Honduras, dar vida se ha convertido en lo que siempre debió ser: un acto de esperanza, no de valentía desesperada.

Y esa promesa se cumple cada día, una emergencia a la vez, una vida a la vez, una familia a la vez.