Presentamos la primera de tres historias de mujeres hondureñas que representan el poder transformador del liderazgo femenino en sus territorios. Su trabajo no solo fortalece la implementación de políticas públicas saludables, sino que también inspira a otras mujeres a participar y liderar, contribuyendo a una gobernanza más equitativa. Las alcaldesas de hoy son ejemplos para las futuras generaciones.
Este proyecto cuenta con fondos del gobierno de Canadá y está alineado con el enfoque del Movimiento de Municipios, Ciudades y Comunidades Saludables (MCCS) de las Américas, una plataforma regional promovida por la OPS y liderada por alcaldes y alcaldesas para impulsar la gobernanza local para la salud y el bienestar con un enfoque participativo e intersectorial.
Uno de los valores centrales que guía el Movimiento es la equidad. La igualdad de género es otro principio clave y el tema central de la Comisión Temática de Alcaldesas, conformada en 2024 para dar visibilidad y fortalecer el liderazgo de las mujeres en espacios de toma de decisiones.
Patricia Elisenia Pérez, regidora de la Alcaldía de Yamaranguila, en el departamento de Intibucá, realiza un trabajo cercano y comprometido recorriendo largas distancias para implementar proyectos de seguridad alimentaria y bienestar comunitario, ganándose el respeto y la confianza de su comunidad.
En Los Mangos, una pequeña comunidad lenca del municipio de Yamaranguila, en el departamento de Intibucá, Honduras, Patricia Elisenia Pérez creció rodeada de montañas y sueños tímidos, siendo la última de doce hermanos. A ella le llamaban “La Lasura”, precisamente por ser la menor, apodo que cargaba con dulzura y orgullo.
Desde pequeña, sentía que su camino iba más allá de los límites visibles de su aldea. La vida, que parecía marcarle un destino sencillo, le ofreció una salida inesperada: una invitación a una capacitación cuando apenas tenía 11 años. Su madre, rompiendo los temores de una cultura tradicional, le permitió asistir. "Mi mamá me dio libertad", dice con voz emocionada, "y eso fue todo lo que necesité". Ese primer paso fue el inicio de una vida dedicada a servir.
Desde entonces, Patricia se convirtió en una líder natural, una fuerza imparable que entendió que la pobreza no es solo la ausencia de recursos, sino también la ausencia de visión. Con las mujeres de su comunidad y la Organización Panamericana de la Salud (OPS), lideró proyectos de seguridad alimentaria que transformaron tanto los hábitos alimenticios, como la autoestima de su gente.
Rescataron recetas tradicionales como el ticuco con chipilín y la sopa de gallina en pinol, platos que se convirtieron en emblemas de una cultura que mezcla nutrición y memoria cultural. Para Patricia, cada platillo era un tributo al conocimiento ancestral que las mujeres lencas habían heredado y un acto de resistencia frente al olvido.
Para ella, la formación lo cambió todo: le enseñó a ser líder, a ser madre en el momento que ella eligió, a organizar su vida con propósito. "Planeé cada etapa de mi vida: cuándo liderar, cuándo tener un hijo, y cuándo dedicarme a mi comunidad", relata con orgullo. La humildad nunca ha sido una barrera para Patricia, más bien ha sido un recordatorio constante de que "el servicio es el verdadero poder".
La tecnología fue uno de sus grandes desafíos. Aprender a usar un teléfono inteligente parecía al principio una montaña que no se podía escalar, pero su tenacidad la hizo superarlo. "El teléfono no es inteligente, yo soy más inteligente", comenta con una sonrisa que denota más convicción que broma. Pero su mayor reto dice, ha sido trabajar con personas. "Puedo tener el conocimiento, pero si yo no tengo empatía, no tengo nada, puedo tener mucho conocimiento, pero si no tengo paciencia, mejor no trabajar con la gente".
Su servicio a la comunidad la llevó a dirigir la Oficina Municipal de la Mujer (OMM) por espacio de cuatro años. Ahora, como regidora de la Alcaldía de Yamaranguila, Patricia camina todos los días una hora desde su comunidad para estar puntual en la municipalidad donde se ha ganado el respeto de su comunidad y de quienes antes dudaban de ella por no tener un título profesional.
Ha viajado a otros países, ha aprendido de otras culturas, sin embargo, siempre regresa a su tierra, a sus raíces. "Nadie es profeta en su tierra", dice, pero su voz y su trabajo cuentan otra historia. Hoy es un faro para las mujeres no solo de su comunidad, sino también de todo el municipio de Yamaranguila, una prueba viviente de que “el cambio comienza cuando una se atreve a tomar decisiones propias”.
Hoy, Patricia es regidora, pero insiste en que su misión no es el poder, sino el servicio. "Si no se hace con amor, no sirve, afirma. Y se entrega, porque en sus propias palabras, siente que no ha trabajado ni un solo día porque todo lo hace con pasión, con ese mismo fuego que, años atrás, despertó en el corazón de una niña de 11 años. Así, la historia de Patricia no es solo suya, es un canto colectivo de esperanza y amor por la tierra que la vio nacer. Su mensaje es claro: “Las mujeres debemos involucrarnos en los procesos de formación. Donde hay conocimiento, hay poder. Y donde hay poder, hay decisiones”.
Patricia Elisenia Pérez es mucho más que una regidora: es la encarnación de la esperanza, la voluntad y la fuerza de una comunidad que, gracias a ella, ha aprendido a creer que todo es posible.