El Ministerio de Salud de Costa Rica ha priorizado la vigilancia del comportamiento del virus en 33 comunidades de alto riesgo en relación con su cercanía a las fronteras con Nicaragua y Panamá, como Upala, Los Chiles, Sixaola y San Vito, o por su alta densidad poblacional, como Los Cuadros, Alajuelita, Guidos y La Carpio. El hacinamiento, el acceso limitado al agua y la dependencia del empleo informal incrementan en estas comunidades las posibilidades de contagio.
Francisca no ha tenido Covid-19, pero en cada entrevista de trabajo, esa es la primera pregunta que le hacen. “Si le dio, entonces no la puedo contratar”, cuenta ha llegado a escuchar. Mientras tanto, se enfoca en apoyar a sus hijos con el estudio. Tayra acaba de aprobar el 4º grado de escuela gracias al apoyo de su tía, quien sirve de intermediaria —vía WhatsApp— entre la profesora y la niña. Francisca no tiene celular ni acceso a internet.
Los meses sin empleo, y sin el apoyo de su esposo, los ha enfrentado con el apoyo de su núcleo familiar. “Mi familia es muy importante para mí porque con esto que ha estado pasando con mi esposo, mi hermana mayor ha estado bien unida conmigo y me apoya siempre. Si me falta algo, me trae cosas, me compra. Ella siempre ha sido así, como que fuera mi mamá más bien”.
La historia de esta familia dividida entre Costa Rica y Nicaragua continuará en el contexto de una pandemia impredecible. Francisca tiene dos grandes preocupaciones: el trabajo y la salud. Por un lado, espera que la salud de su esposo mejore. También espera que le vaya bien en la entrevista que tiene en los próximos días. Quiere, sobre todo, que sus niñas puedan volver a la escuela. Regresar de una vez a la rutina.