Sus viajes, en cambio, siempre tuvieron que ver con su trabajo. Y le permitieron ver de cerca la realidad de la región y concluir que la ciencia, la medicina y todas las organizaciones del mundo podrán hacer su aporte, pero que si en las Américas no hay un caso de polio salvaje desde 1991 es, ante todo, por determinación de la propia sociedad. “Lo que logró que se eliminara la circulación de los tres poliovirus salvajes antes que en ninguna otra parte del mundo fue una gran movilización social”, sostiene, y recuerda: “Eran épocas de guerras, El Salvador estaba en plena guerra civil, por ejemplo, pero ponían en pausa el conflicto durante un día para irse a vacunar. Fue algo épico”.
Ejemplos como esos son los que, en tiempos en los que el mundo también apela a las vacunas, la prevención y la vigilancia para salir de la pandemia de COVID-19, le permiten a la médica estar convencida de que tarde o temprano, y aunque no suceda con ella en actividad, la erradicación de la poliomielitis será un hecho. Por eso, mientras allana el camino para pasarle la posta a las próximas generaciones, hace hincapié especialmente en la vocación de servicio, el amor por el trabajo y el espíritu para formarse con seriedad, valores que considera fundamentales para sortear los obstáculos de una carrera tan sacrificada y mantener viva para siempre esa mística que envuelve a institutos como el Malbrán. “Todavía me siento muy joven y tengo muchas cosas para hacer que me encantan”, aclara y, tan emocionada como cuando comenzó la conversación, concluye: “Pero mirando hacia atrás, creo que en algún caso hice punta con mi trabajo. Y con eso ya estoy hecha”.