Esfuerzos para combatir el paludismo en Costa Rica

La sola mención de Costa Rica conjura imágenes de junglas tropicales, playas paradisíacas, volcanes y una flora y fauna de las más diversas del planeta. Un país que ha logrado situarse decididamente en el mapa del ecoturismo mundial. Sin embargo, hay un aspecto de este país de América Central menos conocido: la lucha que libra desde hace decenios contra el paludismo.

 

Costa Rica es uno de los 21 países que la OMS considera con potencial para eliminar el paludismo de aquí a 2020. Sus logros en la reducción de los casos de paludismo autóctono —esto es, la transmisión del parásito del paludismo dentro de las fronteras de un país— han sido encomiables, hasta tal punto que el país ha recibido un galardón de la Organización Panamericana de la Salud en reconocimiento de sus esfuerzos. Cabe destacar en particular que desde 2009 no ha habido víctimas mortales por paludismo.

Sin embargo, después de tres años consecutivos sin ningún caso autóctono (de 2013 a 2015), la transmisión local de la enfermedad ha retomado lentamente su tendencia ascendente: cuatro casos en 2016 y 12 en 2017. Igualmente preocupante es el paludismo importado: hasta la fecha, se han detectado 21 casos en 2018, un incremento con respecto a los cinco registrados en todo 2017.

En junio de 2018, el Ministerio de Salud de Costa Rica declaró una alerta de salud pública tras notificarse 10 casos de paludismo importado en tan solo una semana en la región septentrional del país, colindante con Nicaragua, país en que el paludismo es endémico. El Ministerio se afana por detectar y tratar rápidamente los casos importados para prevenir la transmisión ulterior a las comunidades locales de las zonas de alto riesgo del país. Son especialmente preocupantes las zonas agrícolas, como las plantaciones de bananos.

Una de esas zonas es el cantón de Matina, donde se ubica una de las mayores plantaciones de bananos del país. El cantón cuenta con un importante puerto en el mar Caribe, desde donde los productos agrícolas del cantón se exportan a mercados de todo el mundo, lo que hace de Matina un importante centro económico.

Aunque Matina está lejos de la zona de la alerta reciente, y este año no ha notificado ningún caso de paludismo, los cuatro casos autóctonos notificados en 2016 procedían de ese cantón, al igual que dos de los 12 casos autóctonos de 2017. Las autoridades sanitarias no dejan nada al azar y colaboran con las fincas bananeras del cantón para incrementar la vigilancia del paludismo, especialmente entre los trabajadores de las plantaciones y las comunidades cercanas.

Según se especifica en el Marco de la OMS para la eliminación de la malaria, los países como Costa Rica, que están a punto de eliminar la enfermedad, deben demostrar que cuentan con políticas, procedimientos y prácticas no solo para conseguir que no haya ningún caso, sino también para conservar la condición de «libre de paludismo» una vez otorgada. Los acontecimientos recientes de Costa Rica subrayan la importancia de que los países en fase de eliminar el paludismo mantengan sistemas robustos de vigilancia y control de vectores, así como la capacidad de responder a los brotes y evitar que el paludismo vuelva a establecerse a largo plazo.

En los días siguientes a la alerta sanitaria de junio, los responsables del Área Rectora de Salud de Matina, la autoridad sanitaria local, invitaron a la OMS a presenciar de primera mano las actividades que se llevan a cabo para que no haya paludismo en las plantaciones y, en última instancia, para que Costa Rica se mantenga en el rumbo adecuado hacia la eliminación de la enfermedad de aquí a 2020.

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