Sandy Mansilla, encargada del Programa Ampliado de Inmunizaciones en Villa Nueva, también ha vivido momentos duros. Perdió a su esposo, su hogar y su estabilidad. Pero no perdió la fe. Se levantó por sus hijos y por su comunidad. Hoy, con una fuerza que nace del dolor transformado en propósito, recorre barrios y colonias educando, inmunizando y sembrando esperanza. “Vacunar me salvó emocionalmente”, confiesa. Y es que, al cuidar de otros, también se cuidó a sí misma.
Estas mujeres no están solas. Las autoridades de la Región de Salud de Cortés caminan junto a ellas, hombro a hombro, acompañando cada jornada, cada visita casa a casa, cada esfuerzo por alcanzar a quienes más lo necesitan. Supervisores, técnicos, coordinadores y directores no se quedan en las oficinas: salen al campo, cargan termos, cruzan ríos, suben cerros. Porque saben que liderar también es servir.
Y junto a ellos, la comunidad también se une. Voluntarios locales, líderes comunitarios, madres, jóvenes y adultos mayores se convierten en aliados clave. Ayudan a ubicar a las familias, a organizar jornadas, a motivar a quienes aún dudan. Su participación es vital: son el puente entre el sistema de salud y la población. Gracias a su apoyo, las brigadas llegan más lejos, más rápido, y con mayor impacto. En cada jornada, se siente el calor humano de una comunidad que se apropia de su salud y camina unida hacia un futuro más protegido.
Este esfuerzo colectivo se vivió con fuerza durante la Jornada Nacional de Vacunación y Desparasitación, realizada del 7 de mayo al 6 de junio de 2025. Durante este mes, miles de trabajadores y voluntarios se movilizaron por todo el país, llevando protección a cada rincón, reforzando esquemas, cerrando brechas y sembrando conciencia. Fue una muestra clara de que, cuando el país se une por la salud, los resultados se multiplican.
En un departamento donde las coberturas de vacunación aún son un reto, el compromiso de estos equipos es un faro de esperanza. No hay camino largo, ni clima adverso, ni dificultad logística que los detenga. Porque saben que cada vacuna aplicada es una vida protegida, una enfermedad evitada, una familia que puede dormir más tranquila.
Estas historias nos recuerdan que la vacunación no es solo una estrategia de salud pública. Es un acto de humanidad. Es tender la mano, tocar puertas, mirar a los ojos y decir: “Estoy aquí para cuidarte”.
Y por eso, hoy más que nunca, hacemos un llamado a la población: acudan a su establecimiento de salud, vacunen a sus hijos, completen sus esquemas. Porque la salud es un derecho, y protegerla es una responsabilidad compartida.
En cada dosis, en cada visita, en cada historia como la de Karen y Sandy, florece la esperanza de un futuro mejor. Y mientras haya corazones que laten fuerte por la vacunación, Honduras seguirá avanzando.