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Testimonio de vida: en la Semana Nacional de la Salud Mental

Agosto 2025

En la Semana Nacional de la Salud Mental, compartimos el testimonio anónimo de una sobreviviente de violencia doméstica y el apoyo recibido por las Consejerías de Familia de la Secretaría de Salud.

Testimonio de Vida

En el año 2015, con apenas 25 años, descubrí una de las verdades más dolorosas de mi vida: era víctima de violencia doméstica. Crecí en una cultura profundamente machista, donde escuchar la frase “violencia doméstica” me remitía únicamente al maltrato físico, y dentro de un matrimonio aparentemente estable, esa expresión ni siquiera existía en mi vocabulario.

Como muchas mujeres, fui educada para depender totalmente de mi pareja. La religión me enseñó que el hombre es la cabeza del hogar, y que la mujer debe ser sumisa. Nos insisten en que el aspecto económico es lo más importante, pero rara vez se habla de que, detrás de esa dependencia financiera, se esconde una peligrosa dependencia emocional. Esa es la razón por la cual muchas mujeres permanecen atrapadas en círculos de violencia, en matrimonios que parecen felices por fuera, pero que esconden verdades silenciosas y dolorosas. Y eso fue lo que me pasó a mí.

Intentando salvar mi matrimonio, aceptando culpas que no me correspondían y creyendo que el amor debía ser sufrido, busqué ayuda. Fue así como encontré no solo apoyo psicológico, sino también orientación legal en un proyecto para mujeres en riesgo social. Relaté mi situación con la esperanza de recibir una solución, y en cambio escuché una frase que me cambiaría para siempre: “Eres víctima de todas las formas de violencia doméstica que existen.”

Ese día, sentí que caía en un pozo profundo. Todos los días vemos noticias sobre mujeres violentadas, pero ese día... era yo. Llena de miedo, dudas y dolor, inicié el agotador proceso de denunciar a mi agresor: mi esposo. Y fue en ese camino que llegué a las Consejerías de Familia del Centro de Salud del Manchén, en Comayagüela.

Allí encontré algo que jamás imaginé: un grupo de mujeres valientes, sobrevivientes como yo, que me ayudaron a quitarme la venda de los ojos. Escuchar sus historias, sentirme identificada, comprendida y acompañada, me permitió reconocer lo que realmente es un círculo de violencia, y entender que no había una sola razón válida para seguir dentro de él. Esa experiencia me transformó.

Cada reunión fue una semilla de vida: temas sobre autoestima, perdón, sanidad interior y resiliencia dejaron una huella imborrable en mí. Me ayudaron a reencontrarme con mi niña interior, y a dar paso a la mujer fuerte, tenaz y perseverante que soy hoy. Allí me descubrí, y también entendí una gran verdad: ninguna mujer —ni joven ni mayor, ni rica ni pobre, ni casada ni soltera— está exenta de sufrir violencia doméstica.

Por eso, en septiembre de 2015, me hice una promesa: ayudar a otras mujeres que, como yo, estuvieran atrapadas en el silencio. Me comprometí a defender a las jóvenes, a prevenir que más mujeres vivieran lo que yo viví, y a luchar para que ninguna más tenga que dejar sus sueños atrás por culpa del miedo.

Hoy, diez años después, soy licenciada en Gerencia y Desarrollo Social. Trabajo en una ONG dedicada a la defensa de los derechos de la niñez y la prevención de la violencia. Doy charlas a madres y jóvenes en comunidades en riesgo, y he cumplido mi sueño: ayudar a otras mujeres a sanar, a creer en sí mismas, a reconstruirse y a soñar en grande.

Al mirar atrás, solo puedo sentir gratitud: por todo lo vivido, por todo lo aprendido, por cada mujer que conocí en ese grupo de apoyo y que se volvió mi amiga. Agradezco profundamente a esa trabajadora social y a esa psicóloga que me escucharon, creyeron en mí y me devolvieron el amor propio. Ellas me guiaron a reencontrarme con mi propósito.

Hoy soy testimonio de que sí se puede salir, sí se puede sanar, y sí se puede volver a soñar.

"A veces, el dolor más profundo se convierte en la fuerza más poderosa para cambiar tu vida y la de los demás."

Para dar respuesta a la demanda social frente al grave problema de la violencia intrafamiliar, el 9 de junio de 1993 fueron creadas Las Consejerías de Familia por Acuerdo Presidencial No. 0079. Las Consejerías constituyen un mecanismo de control y garantía de los Derechos Humanos para prevenir, asistir, proteger y dar apoyo a las víctimas de violencia intrafamiliar, física, psíquica o sexual, creado por la Secretaría de Salud. Están adscritas al Programa Nacional de Salud Mental y se cuenta con 15 Consejerías de familia en el País.

Cada Consejería cuenta con un equipo multidisciplinario integrado por psicólogos, trabajadores sociales, abogados, enfermeras y técnicos de campo, quienes brindan sesiones terapéuticas individuales, familiares, atención a la niñez y grupos de reeducación para hombres que ejercen violencia.

La Organización Panamericana de la Salud apoya al Programa de Salud Mental de la Secretaría de Salud para fortalecer las competencias del personal de salud para la atención de víctimas de violencia doméstica.

Si Usted está pasando por una situación similar, puede acudir a cualquier establecimiento de salud o llamar a la línea 911 para solicitar apoyo.