Marie-Lore, una madre de 26 años con tres hijos, mira a sus pequeños con desesperación. Su casa en Delmas fue reducida a cenizas por grupos armados, obligándola a huir sin nada más que una pequeña bolsa. Su hijo fue rescatado de las llamas por un vecino, pero ahora, en un refugio temporal en Puerto Príncipe, Haití, junto a cientos de otras familias desplazadas, lucha por mantener a sus hijos sanos y seguros. “Ojalá tuviéramos acceso a agua limpia para poder mantenernos a salvo y aseados”, dice.
Al igual que Marie-Lore, Dama, de 29 años, también huyó de su casa en Puerto Príncipe, después de que fuera destruida por la violencia. Ahora vive con sus cuatro hijos en una escuela convertida en un sitio para personas internamente desplazadas, en condiciones precarias. “No me gusta esta vida”, dice, señalando la falta de alimentos y el riesgo constante de enfermedades en los refugios sobrepoblados. “Mi hijo ha tenido fiebre desde hace días y no puedo permitirme llevarlo al hospital. Temo que pueda contagiarse de cólera por las condiciones en las que estamos.”
Las voces de Marie-Lore, Dama y muchas otras personas relatan la actual crisis humanitaria de Haití, provocada por la escalada de violencia y el desplazamiento generalizado.